“Rumor: volumen” Poemas de Iván Méndez González

Iván Méndez González, es miembro fundador de la Revista Trasdemar de Literaturas Insulares. Su obra creativa y académica ha sido publicada en revistas internacionales como Ínsula, Revista de Occidente, Horizonte de la Ciencia, Desde el sur, Quimera, La Otra, La Raíz Invertida, Espacio Luke, Letralia, Círculo de Poesía, El Coloquio de los Perros o Revista Literaria Taller Igitur
Fotografía cortesía del autor para Trasdemar

Desde la Revista Trasdemar presentamos una selección poética de Iván Méndez González (Islas Canarias) Poeta, ensayista e investigador especializado en neurofenomenología aplicada al estudio de la creación, recepción y enseñanza de la literatura. Miembro del Instituto de Neuroartes, fundado y dirigido por Luc Delannoy. Ha publicado su obra creativa y académica en revistas internacoinales y es integrante de nuestro Comité editorial. Compartimos la muestra de su obra literaria en nuestra sección “El invernadero” de poesía

el silencio está percutiendo

en otra parte, se esconde tras la llama,

escucha ese cerebro

(agujeros tan sólo)

IVÁN MÉNDEZ GONZÁLEZ

[ámbar de niño]

las heridas posibles de los perros,
latir o comprender lo que ladraban
un espacio donde llagar enigmas.
se conciben los límites de sombras,
el lenguaje visual no llega con su luminar.
estas bestias hacen sonar sus cuernos
en las paredes fisuras palpan simulacros de carne,
sólo huesos caminan sobre la arena (y pisarán auroras)
olvidaste lo que eres, un ámbar de niño.


[el grafo]

en la pared un grafo:
“allí el crimen no paga,
tu reflejo es mi carne que se pudre”.
un lobo que aúlla
y que devora a la mujer.
es el placer oscuro de inventar
heridas, cubrirte la boca
para que no grites…


[amenaza en el artificio]

“el hombre prefiere el​ ​caos y la destrucción
antes que la armonía​ ​artificial que simboliza
​el palacio de cristal​”
el antiguo lenguaje erradicado
amenaza la transparencia.
todo lo bárbaro busca un nombre,
terrible su fragilidad.
no puede articular su sombra
es monigote estrecho, carne de circo.
esa piel de vidrio blasfema
el insólito muro acristalado;
los márgenes reconocibles
decretan la sentencia:
kaspar debe morir.
la hidra vivía bajo la cúpula.


[una sombra multiplicada]

oyes sombras inconcebibles,
una secreta lluvia cava sombras
en la figura y te persigue
por las cuencas de tus ojos,
por el tuétano, por las tripas enquistadas.
las caricias no son tan viejas.


[hueso olvidado]

mira los huesos olvidados,
inundan de ceniza las esquinas.
llenan las flores y las marchitan,
se despereza la escarcha de los huesos.
lo supimos tiempo después,
existe un estigma sonoro:
todas las formas de conocimiento
percuten en los cuerpos,
como un cáncer con metástasis.


[endriago]

el animal enmudecido
recorre con su vuelo los bordes de la lluvia.
dibuja de nuevo su nombre
sobre las aguas sobrias
de un mar que, sin tiempo quieto luido,
sabe de memoria las pieles
sucesivas, las dulces criaturas
híbridas (las partes desmembradas
de las metáforas antiguas):
el endriago ha sabido ver el sol.


[memoria]

y como te enseñaron los ancianos,
no será como los guerreros
(extinguido, nadie hará que suene tu nombre)
te vas ya despidiendo de la vida.
los dioses no te reservaron
para alcanzar de una vez la gloria innumerable.
“sólo una cosa no hay. es el olvido”, el viejo lo subraya.
su vasta mirada promete
que este verbo no te aferra,
es una muerte difícil.
los muertos levantaron
esta serie (escarcha, tinta) de piedras grises.
no olvidas nada, y los dioses no premian la memoria.


[cerebro]

nos instiga otra vez el peso
de la molécula del aire.
el agua no quiere ser menos:
añade su volumen a la sombra.
pondera el intervalo que no suena
el silencio está percutiendo
en otra parte, se esconde tras la llama,
escucha ese cerebro
(agujeros tan sólo),
los gusanos no extirparon
el tiempo, sólo quedan sanguijuelas.


[repentinamente]

ningún animal llega a la destrucción de repente,
debe aproximarse de a poco
y a través de los renglones dispersos.
no hay lugar para la premura,
en medio de la rosa la tibieza asombrada
reparte los besos herejes
las sombras malolientes,
la química pierde su vuelo
y desespera del lenguaje,
porque enmudece la miseria de los brazos en cruz.


[una roca, esplendor]

y gritaron allí día tras día
donde encierran al mensajero
—un mutilar de exilios, perdurar en la grieta sola:
los signos llegarán a ser grabados.
el esplendor quebrado y la triste solidez
de las uñas hambrientas traicionarán de rojo
la negrura fiel de la roca.
(la mutación de sombras los miraba
calladamente).


Iván Méndez González (Islas Canarias, España). Poeta, ensayista e investigador especializado en neurofenomenología aplicada al estudio de la creación, recepción y enseñanza de la literatura. Miembro del Instituto de Neuroartes, fundado y dirigido por Luc Delannoy, y Coordinador de actividades de Neuroartes en México. Ha publicado su obra creativa y académica en revistas como Ínsula, Revista de Occidente, Horizonte de la Ciencia, Desde el sur, Quimera, La Otra, La Raíz Invertida, Espacio Luke, Letralia, Círculo de Poesía, El Coloquio de los Perros, Revista Literaria Taller Igitur. Es autor del estudio introductorio, selección y notas de La palabra todavía. Antología de textos en prosa de Rafael Courtoisie (Universidad Iberoamericana, 2018). Artículos y ensayos suyos han aparecido en los libros Im/pre-visto. Narrativas digitales (Fundación Telefónica/Ariel/Universidad Iberoamericana, 2016), #Nodos (Next Door Publishers, 2017) y #Nodes. Entangling Sciences and Humanities (Intellect Books, The University of Chicago Press, 2019).

Un comentario

  1. A la espera de la próxima publicación en libro de su poesía. Hay ganas.

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