“Simultánea, la marea” Poemas de Margarita Pintado Burgos

En la Revista Trasdemar difundimos la creación literaria contemporánea de las islas
Fotografía cortesía de la autora

Desde la Revista Trasdemar presentamos una selección poética de la autora Margarita Pintado Burgos (Puerto Rico) a quien damos la bienvenida a nuestra revista. Es profesora de lengua y literatura en Point Loma Nazarene University, en San Diego, California, reseñista del blog El Rommate y codirectora del espacio de poesía Distrópika. Este año 2023, ha recibido el prestigioso Premio Ambroggio de la Academy of American Poets, por Ojo en Celo / Eye in Heat, junto a la traductora Alejandra Quintana Arocho.

Como autora ha publicado los poemarios Ficción de venado (2012), Una muchacha que se parece a mí (2016), por el cual recibió el Premio de Poesía del concurso del Instituto de Cultura Puertorriqueña en el 2015, Proyecto inacabado de la ruina, (2017) y Simultánea, la marea (2022). Escribió junto al poeta cubano Lorenzo García Vega la novela experimental Ping-Pong Zuihitsu (de próxima publicación con Rialta). Editó la antología bilingüe (español- portugués) de los poemas de García Vega, Palabras que repito (Ed. Lumme, 2017). Sus poemas han sido publicados en múltiples antologías y revistas. Incluimos la muestra selecta de su obra en nuestra sección “Conexión Derek Walcott” de literatura contemporánea

Existe una isla

rodeada de cosas sencillas

que te pueden romper el alma

por ejemplo…

MARGARITA PINTADO BURGOS
Del libro SIMULTÁNEA, LA MAREA (2022)

ORDEN

Todo está en orden.

La mesa con sus libros
los vasos, sus círculos 
mojados. El vacío,

las ideas y los platos. 

No sé qué día es, pero hoy 
me inventé tres palabras 
para bloquear el sentimiento
y estar viva.


QUE TIEMBLO YO

Tengo en mis dos manos temblorosas 
tu retrato, la devoción de la mañana 
metida en la boca de algún pájaro
la minuciosidad de los insectos más efímeros

también tengo

la enfermedad de algunos árboles
cocido al recuerdo de una niña 
cantando en mi vientre.

Lejano como un sueño
tu rostro verde azul. 

Me aterro ante ciertos 
milagros.

Hoy he entendido
que no tiembla el universo 
Sino Yo. 

Que tiemblo Yo.

Al otro lado del mar
la voz de mi madre 
inscrita para siempre en el pasado
repite que

“No es sabio
ignorar la forma
que el dolor 
te entrega.”


EL SEXO DE LAS PLANTAS

He deseado 
hace un instante
romperme 
debajo de una lluvia fría.

He querido 
sobre la tierra húmeda
derramarme, rodearme 
de flores. 

Cerrar los ojos, abrir la boca
mientras el cielo se vacía 
sobre mi cabeza enamorada
sobre mi pecho abierto 
sobre mi vientre 
en crecida.

He tratado de imitar 
el sexo de las plantas
de hacer el amor 
al compás del cactus
de abrirme toda al sol 
de hincharme de viento
de beber 
todo el rocío. 

He querido, esta noche
clavarme a un árbol y sentir 
el beso de un pájaro
la angustia de la raíz inmóvil
galopante de un sueño 
subterráneo.


UN PUNTO EN EL MAPA

Existe una isla (como todas) 
supurante de colores, agobiada 
de verdor, festiva y dolorosa
flor que en el recuerdo devino espina

un punto en el mapa


se lo digo a mi hijo 
sentado en mi falda
que ese punto es la isla

porque existe, en la sala
de una casa muy remota
el atlas y el hijo 
removido para siempre 
de mi mapa, de ese punto 
que crece en la distancia

[………………]

Existe una isla 
rodeada de cosas sencillas
que te pueden romper el alma
por ejemplo…

aquí están las niñas debajo de la arena 
sus pechos tristes y tiesos
la sangre colocada tiernamente
debajo de la espuma
existe el niño 
que con ojos rotos toma vuelo
desde el vientre ya vencido
existe el trono o la tumba 
en donde se ha de colocar 
al niño

existo yo, como un temblor de tierra
sin necesidad de suelo
existen 
el vuelo y los aplausos que me invento 
cada vez que llego, existe 
la verdad de un poeta 
cuando dice que
“aterrizar no es regreso”

Existen: el aire, el olor a mar, 
el sabor del mar, su dolor exacto 
cuando me traga entera, cuando 
me dejo despreciar por esa ola 
que revienta contra mi pecho 
para devolverme, sin querer,
mi porción de azul…

la sensación de azul que me dejó.


POEMAS INÉDITOS

SOBREANIMAL

Hicimos el amor 
el animal y yo.
La herida de su boca
en la herida intacta
de mi boca.

En medio del acto
un ángel descendió.

El pájaro nocturno no cantó.
Adentro, algo se movió.

El animal me miró
desde su olimpo de piedra
desde la selva oscura 
que tiembla en sus ojos
me miró:

la noche en mí tembló.

No sé quién es, de dónde viene.
Trae en la boca una flor triste
una canción subterránea y sencilla
como rasguño de agua.

El animal y yo
fuimos dos y fuimos tres
fuimos cuatro, fuimos cinco
¿fuimos seis?
Fuimos nunca
Uno
en la montaña y en el mar
debajo de un extraño
sol lunar.

La lluvia mojaba
su lomo desnudo
cabalgando sobre el viento

íbamos los dos, íbamos
los tres, íbamos los cuatro
íbamos los cinco, íbamos
los seis.

Animal
sobre animal
s o b r e a n i m a l.

El mar me llenó
el vientre de sal.

LA OLA 

La muerte se asemeja
al vaivén de una ola
en cámara lenta la espuma
se vierte en la nada improvisada 
que agita lo letal que leve 
intenta disolverse, a veces
el cielo sublevado te obedece
y entiendes el milagro
que acontece, no obstante 
la muerte se te acerca siempre 
cuando el día ensordece tu mirada 
y te regala, sin saberlo
el secreto don de los vencidos 
distendido, te separas de ti y entras 
en la plenitud de un tiempo 
paralelo el espejo recibe la impureza
dulce de tu imagen clara 
se te ocurre entonces nacer de nuevo
es hermoso, te dices,
el milagro de la ola
que te orilla la mirada 
aterciopelada
mientras resurges adherido 
a la noche que ya brilla en tus entrañas 
ahora te elevas, sucumbes florecido 
al riesgo de la ola, humillado 
finalmente por la insignificancia 
de la espuma. 

El vacío desconsuela, su rigor
de apariencia nos condena 
sin embargo, detrás de aquella línea 
dura que flota en la retina emerge ileso
el día   v e n i d e r o. 

CENSURA 

Sólo pido
que no me censure la luna, que no
me bloqueen las estrellas,
que no me cancele la ola que 
me empuja y me invita 
que no me desaprueben
las piedras que piso o que ignoro 
cuando paso, que no me borre
la montaña, el cactus doloroso,
su fiebre verde atroz, que no me ignore 
el halcón que me visita 
y se posa mudo en el balcón.

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