“Los patios se han abierto” Poemas de Daniela Martín Hidalgo

En la Revista Trasdemar difundimos la creación literaria contemporánea en las islas
Portada del libro más reciente de la autora (Pre-Textos, 2023)

Presentamos en la Revista Trasdemar una selección poética de nuestra colaboradora Daniela Martín Hidalgo (1980). Entre sus libros de poemas destacan Memorial para una casa (2003), Pronóstico del tiempo (2015) y La piel, la pulpa, el gusano, la semilla (2023). Traductora del inglés y el neerlandés, en este último idioma ha traducido El nacionalsocialismo como doctrina del rencor y otros escritos (2022) del escritor holandés Menno ter Braak. Compartimos una muestra selecta de poemas de la autora que incluye varios inéditos en nuestra sección “El invernadero” de literatura contemporánea

creo en realidad

que tuve alas o era un árbol

DANIELA MARTÍN HIDALGO

Los patios se han abierto

Los patios se han abierto,
sandía madura que se rompe
contra el suelo.
Es verano y me muevo entre la comida:
tubérculos cocidos y granos de arroz.

“La vida es simple”, comentan las vecinas.
Tienen las piernas arqueadas
como viejas ramas de olivo,
“¿Qué harás?”, preguntan.

El vecino poda macetas,
hojas muertas para el abono
de los próximos frutos.

Tiendo la ropa
y hay un lugar exacto para cada prenda.
La cocina es grande,
con sus ollas brillantes y sus calderos.

El mundo es grande, el mundo
es la pernera de un pantalón
que se seca solo en la liña.

Sale un sol pequeño, de bolsillo,
y el mundo también es pequeño y está
lleno de ruidos: martillos hidráulicos,
aviones que abren con espuma
la cremallera del cielo.
“La gata estuvo toda la noche maullando,
pensábamos que era un niño”.

Los patios imploran trascendencia:
basta ya de ese olor
a detergente de falso pino y lejía.
“Queremos evitar el realismo”,
murmuran las farolas.

Algunas tardes sucede:
cables trenzados entre los edificios,
piezas de nubes que se ajustan,
la luna una gastada pastilla de jabón.

Y en las noches de viernes
cocinas fluorescentes,
las chanclas del guaperas del barrio
que salen a pasear.

Sueltos ruedan sin dueño
los cubos de basura.

(De La piel, la pulpa, el gusano, la semilla, 2023) 


Plaza de la Reverencia

Atravieso la calle
es un mundo banal, sin trascendencia:
fachadas de ladrillo blanco y muros
que de tan altos estrangulan
el colegio.

Avanzo, muerdo
la comisura flexible del aire;
sol, recorte rojo de sol, peluquería y calle,
una radio en el eco de otra radio

y avispas pierdo, tropiezo codo,
ardido el pecho de cicatriz
–escozor de parque inflamación de cielo–,

una granada que aletea entre las piernas

pero voces en las ventanas
y aire, hueco de los cuerpos nada,
toco continuo todo sin entender roto
–me da la mano le doy la mano–,
yo ya no yo, solar que avanza

y pájaros de aceras que tiemblan,
fruta rebosante en las papeleras,
árboles sustancia y racimos calle,
sol morado de tarde y ellos regreso.

En el semáforo la fuente, rebrote de agua,
dedos juntos que escarban ramas,
absurdo este momento ahora
–es tiempo el espacio–,
aliento hendido el final la avenida

donde espero desfondada el asfalto,
la sequedad de las paredes blancas

cuando sobreviene el hueco o lo olvido

y cruzo el paseo,
que apenas ha cambiado.

(De La piel, la pulpa, el gusano, la semilla, 2023) 


El guardagujas

Tú que llevabas barcos con buen pie,
tú que cazabas naufragios de las cunetas.

Se van a arruinar los bancales que desbrozas,
se van a arruinar los periódicos que lees,
bloquearán la cuenta de tus sábanas
y con tu almohada se harán un trapo.

Las grúas acrobáticas ya no te buscan
y tu cortaúñas se ha mudado de barrio.

En el último piso del hospital tu hígado amarillo
se enreda al sudor de las axilas.
El aire acondicionado está roto
y chorrea, no tienen puertas
las habitaciones.

Estás sentado en los pasillos
y miras ascensores,
en los sillones durante horas
miras los ascensores: ballenas
de fauces metálicas que tragan
argentinas bandejas de vivisección,
túneles brillantes que comunican
con el otro mundo.

No dices nada:
el gobierno se ha echado a perder
y tienes dudas con respecto a la justicia.
Eso que meas es tierra.

Tu riñón es una naranja exprimida,
tu yerno es una espiga y te carga.
Eres el guardagujas pero te vierten
morfina en el pecho.

Odias tu camarote, odias a tus indistintos
compañeros de celda que mueren
cada noche y no
te dejan que duermas.

En el canalón se apoyan viejos cuervos sabihondos
y has empleado polvo para apuntar sus teléfonos.
(Eso que orinas es fango.)

Tu olor tampoco te gusta, es olor
de rancia mantequería, de cajonera cerrada,
de papel al fondo de los armarios.

Te gustan las tetas de tu enfermera,
sus grandes nimbos asimétricos:
quisieras mamar de ellos como niño.

Fumas ducados a escondidas y el gotero
te espía, tu chivato tu sombra tu sanguijuela.

Los ascensores te persiguen.
Crees que Algo o Alguien quiere matarte,
por eso no confías.

La grúa ha atropellado a un puerco espín en la carretera.
Llaman a la ambulancia pero ya
no se puede hacer nada.

(De Pronóstico del tiempo, 2015)


Calamar 2

Es el calamar.

Me ha tomado sobre la tabla,
me está quitando la piel

me quiere eviscerar.

(De Pronóstico del tiempo, 2015)


Precocidad

Si mal no recuerdo esta mañana
era un cachorro, ahora
una anciana aún más joven.

“Hola”, se despide la lámpara
heredada de nuestros hijos.

Si no me apuro seré
el animal longevo más precoz
de este cementerio.

Espera, me equivoco:
creo en realidad
que tuve alas o era un árbol.

(Inédito)


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