“Defender un lenguaje de las cosas para transformarlo en poesía”. Entrevista a Vahni Capildeo, por Leo Boix.

Vahni Capildeo.

Presentamos en la revista Trasdemar una entrevista realizada por el poeta argentino Leo Boix a Vahni Capildeo, escritora, poeta y ensayista de Trinidad, que potencia la experimentación y el sentido más profundo de las palabras y las cosas, para construir una obra literaria desde la cual desarrolla una percepción compleja pero llena de iluminaciones. La suya es una poesía de las superficies y sorpresas del lenguaje, que incorpora idiomas, frases idiomáticas, juegos de palabras y sentidos gramaticales de una forma reveladora.

Ganadora del premio Forward de poesía en el Reino Unido por su libro Measures of Expatriation (Carcanet Press, 2016) y nominada en el mismo año al prestigioso premio T.S. Eliot de poesía, Capildeo dialoga en esta entrevista acerca de su producción literaria, sus comienzos en su Trinidad natal, su vida en el Reino Unido desde 1991 y su pasión por el ensayista y poeta francés Francis Ponge, entre otros temas.

–¿Cómo comenzó y creció ese proyecto literario que terminó en su galardonado libro Measures of Expatriation (Medidas de expatriación)?

Para hablar de ello creo que habría que comenzar diciendo algunas palabras acerca de mi primer libro, No Traveller Returns (Salt Publishing, 2003), el cual pensé en cuanto a su forma y densidad, y cómo las  palabras daban forma a la obra, agregando o quitando sentido. Así que a partir de entonces, cada vez que escribo un libro, estoy siempre al tanto de los lugares y modalidades de las palabras dentro de la obra. Otros libros después del primero siguieron esa misma regla. El primer manuscrito de Measures of Expatriation lo terminé en 2010 y el manuscrito final en 2016, ya que se trata de un libro bastante largo. El título no refleja la idea del libro; es simplemente el título de la última secuencia larga en la obra. Cuando hablo de “medidas” me refiero tanto al metro en la poesía como a otro tipo de medidas (por ejemplo, al cocinar, medidas de harina, medidas en la música o danza).

–¿Podría hablarnos más sobre ese libro, que ha sido galardonado y muy elogiado por la crítica británica?

Este es un libro que no considero autobiográfico. Me horroriza cuando críticos supuestamente inteligentes aplican dobles estándares a obras de personas de color y deciden que siempre en esos casos esos escritores hablan de sus experiencias, abriendo sus entrañas a vista de todos. Es una especie de herramienta literaria para llamar la atención. Pero lo que me interesó en esta obra fueron ciertos mitos que presentan algunos poemas de corrientes populares. El hecho de que dentro del espacio de un poema pueda haber un orador que piensa en una o dos cosas, con uno o dos sentimientos, en lugar de la forma en que los ensayos franceses suelen estructurarse. Uno comienza con una premisa, con dos o tres argumentos ejemplificados, y luego una conclusión. Fue interesante explorar la forma en que cada persona, simultáneamente, y haciendo como un escaneo de sus mentes, puede hablar de distintos lugares, lenguas, sistemas lingüísticos, estructuras metafóricas. También me interesa mucho la noción de lugar. Respondo mucho a los distintos sitios donde estoy. Para mí, lugar y tiempo están relacionados intrínsecamente. A veces, cuando estoy en un lugar específico, surge una historia particular, que no siempre es la historia inmediata de ese sitio. En algunos poemas del libro, en lugar de tener a un orador que cuenta sus emociones, es decir una persona contemporánea que experimenta el lugar contemporáneo, el sitio habla desde su propia historia y tiempo.

–En Measures of Expatriation hay un poema llamado “To London” (“A Londres”) en el que narra de algún modo una historia particular de la capital británica…

Ese poema surgió de caminatas nocturnas que hacía por la zona de Hither Green, atravesando la estación de metro. Por ese entonces estaba trabajando para la Fundación de la Commonwealth. Me habían rechazado de una casa de alquiler porque la dueña me pedía un depósito muy alto. Entonces comencé a preguntarles a jóvenes poetas y académicos dónde vivían. Todos vivían alrededor de Hither Green y Lewisham (al sur de Londres), una zona donde en el pasado existían muchos hospitales contra la viruela y la fiebre aguda. Eran días en los que trabajaba mucho y volvía caminando de noche, en invierno, y veía a vendedores callejeros o indigentes, que para mí representaban la fiebre debajo de la ciudad. Es un poema que habla también de las personas con trabajos respetables y con dinero que se mudan a barrios en Londres que en el pasado estaban infectados por plagas y donde las familias vivían hacinadas.

–Usted nació en Trinidad y Tobago, pero vive desde 1991 en Reino Unido. ¿Cómo ha sido esa experiencia de vida y escritura a partir de la salida de su país natal?

Si hubiera nacido en Australia, ya me habrían considerado una escritora británica. Pero como nací en Trinidad, un sitio “no-blanco”, y a pesar de que he vivido en el Reino Unido durante gran parte de mi edad adulta —desde que tengo 18 años—, no me consideran británica. Es difícil para mí considerarme como una narradora de Trinidad. Además, yo estudié lengua y literatura en nórdico antiguo (en la Universidad de Oxford), y toda la literatura caribeña que he leído me llegó de casualidad. Mi padre era poeta. También participé de algunos seminarios sobre literatura caribeña, pero esto estaba fuera de mi currículum académico: solo lo hacía por un interés personal.

Creo que es interesante hablar de la cercanía geográfica de Trinidad con Sudamérica, porque solo ahora estoy entendiendo de dónde vienen los hábitos de pensamiento que heredé. Por ejemplo, existe la permeabilidad entre el mundo de los muertos y el de los vivos. También la cuestión del sincretismo religioso, especialmente en conexión con el catolicismo y otras vertientes cristianas que se practican allí. También lo que podríamos considerar como “mal gusto”. Extremos como, por ejemplo, ir totalmente de negro a un funeral o vestirse con muchos colores y brillos para una fiesta. Ese tipo de singularidades. Además, hay en América Latina una especie de respuesta automática a los lazos familiares, definida por filiaciones de familia muy peculiares que no existen en ninguna otra parte. Por ejemplo, cuando leo a Gabriel García Márquez esto se reconoce inmediatamente.

–También se podría hablar de esa relación problemática con la “Madre Patria”, con España o Portugal, por ejemplo, y en otros casos del Caribe con Reino Unido…

Creo que la historia de América Latina con España es muy compleja, pero por otro lado creo que Gran Bretaña no ve su pasado imperialista como problemático. El paisaje inglés incluso habla de ello, con los poblados galeses incendiados tras las invasiones anglosajonas. También cuando hablamos de personas indígenas aquí en Reino Unido eso tiene siempre un aspecto racista, ya que se considera a alguien indígena como no-blanco. Pero, si uno va a las tierras altas (Highlands) de Escocia o a Irlanda, allí hay personas nativas que hablan gaélico y tienen canciones, vestigios de creencias folclóricas, de cómo entienden el medioambiente que los rodea, formas tradicionales de vivir, que son sostenibles cuando ocurren en grupos pequeños de habitantes. Entonces uno se da cuenta de que ellos también son indígenas, pero no son considerados como tales por ser blancos y, por ende, no son protegidos por ninguna ley internacional. Por el contrario, se los considera retrógrados y nacionalistas: es una especie de racismo internalizado.

–Otro aspecto realmente interesante de Trinidad es que allí Cristóbal Colón hizo su desembarco durante su tercer viaje en 1498…

Colón es una figura muy problemática. Incluso existe en Trinidad una canción muy popular que se llama “Las mentiras de Colón”, con muchas historias sobre lo que los españoles no contaron de la conquista. Lo que me parece interesante es que el viaje de Colón coincidió con la expulsión de los judíos de España. Algunos de sus benefactores eran conversos; no sé hasta qué punto ese viaje se trató de un escape secreto o hasta qué punto fue planeado como una forma de salida para los perseguidos. Esto genera muchos interrogantes acerca de si realmente Colón fue un explotador o algo completamente diferente. Es cierto que su viaje coincidió con la expulsión de judíos y, si estos lograron escapar en algunos de los viajes, entonces no solo estamos hablando de buques de conquistadores, sino también de personas que buscaban escapar de la persecución. Yo creo que en Inglaterra no hay mucho conocimiento sobre España o Francia, e incluso sobre Holanda. En Tobago hay placas conmemorativas que sirven como guías para explicar los viajes de piratas, de naciones, de estas grandes potencias navieras que viajaban al Caribe, conquistando y comerciando tierras. En Inglaterra es raro escuchar que se hable de otras naciones que fueron imperios navieros, al margen de Inglaterra. Es una sociedad muy provinciana.

–¿Fue en Trinidad donde descubrió que quería ser escritora?

Comencé a escribir cuando tenía 2 años, imitando a mi padre, en una pequeña libreta del teléfono que mi madre tenía en la cocina. Lo primero que escribí eran rimas simples, como “One, two, / I love you” o “One, two, three, / I am a bee”. Se basaban en parte en las rimas infantiles, pero también en que mi madre solía recitar poesía todo el tiempo en casa. Mi padre también solía recitar, no solo poesía de otros autores, sino también la suya. La escritura era para mí la única actividad que consideraba natural. Tenía 14 o 15 años cuando me di cuenta de que yo era la única adolescente que volvía a su casa y escribía junto a sus padres. Cuando era niña –tenía, creo, 6 años–, leí un libro de poemas en inglés antiguo de un autor escocés llamado William Dunbar. Muchos de mis profesores eran escoceses o canadienses, y, por alguna razón, ajusté esa voz de ellos en mi cabeza. Siempre me interesaron muchos los idiomas. Siempre hablé varias lenguas, incluido español, francés e italiano. Cuando tenía 6 años comencé a estudiar español en la escuela, pero como se hablaba en casa ya lo tenía bastante incorporado.

–¿Qué hizo que decidiera dedicarse a la literatura, a la poesía?

No fue una decisión consciente, sino todo lo contrario. Como escritora siempre me consideré una persona creativa con capacidad para utilizar muchas formas literarias –algo muy frecuente en América Latina–: desde la poesía, la prosa y el ensayo hasta las disgregaciones y meditaciones. Son múltiples manifestaciones de la mente de uno. Esa decisión fue accidental, ya que dependió también de cómo el mercado editorial y de publicidad me identificó en Reino Unido. Me encantaría escribir un libro puramente en prosa, pero muchos lo llamarían poesía en prosa. Eso se debe a que los escritores en Gran Bretaña rara vez pasan de una forma literaria a otra por cuestiones de mercado y editoriales. Yo no hubiera seguido la profesión de escritora si no hubiera sido por amigos en Trinidad. Nicholas Laughlin, que edita el Caribbean Review of Books y la revista Caribbean Beat, y es programador del festival literario Bocas Lit Fest, es un poeta brillante que me ayudó mucho. Ha sido siempre muy detallista al leerme, como una especie de ave mágica que me cuida. Es alguien muy importante para mí en cuanto a la continuidad, como un ave que se acerca a tu ventana. Él me ha vinculado a Trinidad de una manera adulta.

–¿Podría hablarnos acerca de su interés por la experimentación del lenguaje y el sentido de las palabras?

Siempre traté de utilizar frases que se me presentaban en el idioma coloquial, en las conversaciones. Trato de defender un lenguaje de las cosas y transformarlo en poemas. Por ejemplo, a la hora de describir el vuelo de un pájaro —digamos una gaviota sobre un parque de Londres— no solo me interesa describir la cosa misma, sino de qué forma esto afecta los tonos de luz, de contraste, de espesor al mirar esa ave.

Escribí un poema en Measures of Expatriation llamado “Sycorax” en el que incluyo la voz de la bruja en la obra de Shakespeare La tempestad; se trata de la madre de Calibán. Ella describe haber estado dentro de un aro. En lecturas poscoloniales del texto de Shakespeare se ha advertido la cuestión de la Sycorax como la habitante nativa de esa isla. Así que aquí quise jugar con esa cuestión de los dobles, del doble significado (hay palabras que aparecen tachadas y reemplazadas por otras que suenan similar). En ese poema, hablo acerca de lo que la gente dice y lo que realmente quiere significar cuando habla. En La tempestad se usan muchas palabras para apoderarse de tierras y propiedades, o demostrar quién es bueno y culto. Este poema está lleno de cosas que no quiere decir, pero que al mismo tiempo dice. Inicialmente, quería que fuera recitado por dos personas, una de ellas solo leyendo las palabras tachadas, superponiéndose entre sí, como una especie de interrupción o pie de páginas.

–Usted ha trabajado en el pasado para el Diccionario Inglés de Oxford. ¿Cómo es su relación con el idioma inglés, con las palabras y sus significados?

A veces consulto diccionarios o tesauros por alguna palabra en específico. Pero en muchos casos siento que una palabra tiene que existir en el texto. A veces sé que esa palabra existe, pero solo recuerdo una porción de ella. Especialmente si el poema comienza con una experiencia sonora. Hay casos en los que pienso una palabra en español y me pregunto si existe su versión en inglés. Hubo veces en que hice trampa, al inventar palabras derivadas de términos arcaicos que ya no existen. Tengo mis oídos abiertos, soy una persona muy curiosa. Para mí, más importante que una palabra en especial es la gramática. Sistemas de verbos que expresan mejor aspectos de improbabilidades, esperanzas o incertidumbres. En español eso sucede de una manera muy misteriosa.

–¿Y en inglés? ¿Cree que pasa lo contrario por tratarse de un lenguaje considerado “más preciso y austero”?

No creo que el inglés sea muy preciso. Cuando trabajaba para el Oxford English Dictionary me di cuenta de que el sentido y estructura interna del inglés eran más complejos que lo que pensaba. El inglés es un idioma increíblemente impreciso, incluso si pensamos en la palabra poetry (poesía). Para algunos puede significar una cosa, y para otros algo bastante diferente. En Trinidad, por ejemplo, el inglés está marcado por palabras o frases que provienen de idiomas que se hablan en África Occidental. Son versiones del inglés. Es un inglés que está marcado también por lenguas habladas en partes de la India, como también por el español, el francés, el chino o el portugués. Es un inglés con diferencias sutiles. Es un sabor distinto. Trinidad es una isla pequeña, pero con muchas influencias lingüísticas. Como poeta y escritora, está también el aspecto político de tratar de apropiarme de esa lengua a la hora de escribir.

–Hubo varios críticos que dijeron que usted es una poeta fenomenológica. ¿A cree qué se refieren con ello?

Muchos han dicho que soy una poeta fenomenológica. A mí incluso me cuesta pronunciar la palabra [ríe], pero, después de que varios me lo dijeran, terminé creyéndomelo. A mí me interesa en especial la obra de Francis Ponge y sus poemas en prosa, que solidifican la liviandad de las cosas. Ya sea vegetación o un árbol. Él no hace un estudio científico de la cosa que analiza, sino que excava buscando una apariencia esencial. Es una especie de arte negativo. Describe todo lo que rodea a algo, y entonces ese algo aparece como un negativo. Habla, por ejemplo, de los árboles y dice que ellos se expresan a partir de la proliferación. Esto, por supuesto, crea una aceleración en nuestras mentes, es un truco mental. Porque no podemos ver a un árbol proliferando, pero él nos sitúa en una especie de conciencia arbórea, donde se explica esta idea de proliferación. División, proliferación y expansión. Es una proliferación sin fin del sistema de raíces, de las hojas, de las ramas, de los gestos, de las respiraciones. Es un árbol que está en constante movimiento y cambia. Lo que ocurre con la poesía de Ponge es que uno nunca está fuera del poema sentado ahí como receptor, sino más bien dentro del poema. Sus poemas ayudan a la proliferación de las ideas.

–¿Qué piensa sobre la poesía contemporánea y la producción literaria actual?

Yo creo que los editores, directores de revistas, etc., son los que tienen una idea de lo que llamamos el mundo de la poesía contemporánea, pero incluso ellos son subjetivos, especialmente en cuanto a la geografía y procedencia de los autores. Yo creo que la fe, que las fuerzas cósmicas o la aleatoriedad me ponen en contacto con la gente, y que entre ambos descubrimos afinidades, y de esa forma encuentro a los poetas de mi corazón. Para mí es difícil hablar de la poesía contemporánea, porque tiene mucho más que ver con algo muy personal, con algún poeta con el que conecto en ese momento, en ese lugar específico. Es una forma de encontrar el lugar de uno mismo en el mundo.

–¿Podría hablarnos acerca de sus proyectos de futuro? ¿Está trabajando en algún nuevo libro?

Por ahora no sé qué me deparará el futuro. Estoy trabajando en un libro de cosas basado en Francis Ponge. Aunque el proyecto va muy lento, es bastante sólido. Hay un texto llamado ‘Moss’ (Musgo), que está vinculado a los musgos que vi en Edimburgo, pero después fui agregando capas de sentido, y estoy armando un texto más bien proustiano sobre la experiencia de los musgos en mi vida.

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La autora trinitense-británica Vahni Capildeo nació en Puerto España (Trinidad y Tobago). Obtuvo un doctorado por la Universidad de Oxford, en la que estudió teoría de la traducción y nórdico antiguo. Realizó una estancia de investigación en el Girton College (Universidad de Cambridge). En sus poemas precisos y estratificados, escritos en verso o prosa, Capildeo aborda temas como la geografía, la intimidad o las barreras y afinidades lingüísticas. Entre su obra poética se incluyen títulos como No Traveller Returns (Ningún viajero retorna, 2003), Undraining Sea (Mar inagotable, 2009), Dark and Unaccostumed Words (Palabras oscuras e inusuales, 2012), Utter (Total, 2013), Measures of expatriation (Medidas de expatriación, 2016), con el que ganó en 2013 el premio Forward, y Venus as a Bear (Venus como un oso, 2018).

Capildeo ha colaborado con el escritor y artista dramático Jeremy Hardingham en una performance dedicada a Shakespeare, un proceso que ambos describen como “parte de un proceso continuo que establece nuevas relaciones entre el texto y el movimiento”. También ambos han colaborado con el poeta, artista y periodista Andre Bagoo. Igualmente, la autora ha trabajado como colaboradora para la Caribbean Review of Books y como ayudante editorial e investigadora para el Oxford English Dictionary.

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Leo Boix es un poeta nacido en Argentina, que vive y trabaja en el Reino Unido. Ha publicado dos libros de poesía en español (Un Lugar Propio, 2015, y Mar de Noche, 2017, ambos con Letras del Sur Editora). Además, ha sido incluido en muchas antologías, entre ellas Ten: Poets of the New Generation (Bloodaxe), Islands Are But Mountains: Contemporary Poetry from Great Britain (Platypus Press), The Best New British and Irish Poets Anthology 2019-2020 (Eyewear Publishing) y Un Nuevo Sol: British Latinx Writers (flipped eye). Sus poemas han sido publicados en revistas británicas e internacionales como POETRY, PN Review, The Poetry Review, Modern Poetry in Translation, Ambit, The Manchester Review, The White Review, Letras Libres, Magma, The Rialto, The Morning Star y otras.

Boix ha escrito poemas para el Royal Kew Gardens, la National Poetry Library de Londres y el Bradford Literature Festival. Es miembro del The Complete Works Program y co-director de Invisible Presence, un programa de mentorías para promulgar nuevas voces literarias latinas en el Reino Unido. Es además integrante del comité editorial de la revista Magma Poetry, co-editor de su número 76/Resistencia enfocado en poesía de América Latina, y asesor del comité directivo del Poetry Translation Centre de Londres. Boix ha ganado varios premios, entre ellos el Exiled Writers Ink Prize 2018, y el Keats-Shelley Prize 2019. Su próximo libro de poesía en inglés Ballad of a Happy Immigrant será publicado por Chatto & Windus (Penguin/Random House) en junio 2021.

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