“Lindes y Vereda. Poemarios de Aventino Sarmiento” Por José Luis España Sánchez

En la Revista Trasdemar difundimos la crítica literaria contemporánea
Portada del libro “Lindes” de Aventino Sarmiento

Presentamos en la Revista Trasdemar el ensayo “Lindes y Vereda. Poemarios de Aventino Sarmiento” a cargo de José Luis España Sánchez, filólogo y poeta, a quien damos la bienvenida en nuestra sección “El invernadero” de literatura contemporánea.

El ensayo que compartimos está dedicado a la obra poética de Aventino Sarmiento (Tejeda, Gran Canaria, 1956), poeta y autor de los libros Hemisferio (1984), Las sílabas del sol (1989), Cimbras (2017), Voz de balandro (2019), Sama de donde tomo el colibrí y Lindes (2020), Vereda (2021) y Lomas del viento (2023). Parte de su obra se halla publicada en las dos antologías: Acantilado y silencio. Panorámica de la generación de los ochenta del siglo XX (2004) y Bitácoras. Las cosas tras que andamos (2016). Mantiene inéditos los poemarios Grija (2000-2004), Como tilde de buque (2010) y La cera de Ícaro (2012-2014)

Aventino se aleja del aforismo clásico, a mi modo de ver, poetizando más el mensaje, envolviéndolo en un halo espiritual de sensibilidad, prescindiendo incluso de la sentencia propia del aforismo, dando el empuje de vigor de su tierra natal y un mimetismo, casi místico, a su comunión con el del paisaje insular canario: el paisaje rural, el paisaje urbano, la presencia del mar, su propio paisaje interior, en eterna ebullición reflexiva…

El mar es una voz omnipresente en su obra

JOSÉ LUIS ESPAÑA SÁNCHEZ

LINDES[1]

El poeta siente, intuye, exterioriza. El poeta narra vivencias, describe sentimientos, paisajes, situaciones, analiza, critica. Habla, las más de las veces, para el lector, intenta captar su interés, llegarle al alma, invadir su intimidad, hacerle cómplice de sus fantasías, elucubraciones, sueños y esperanzas, más allá de toda duda razonable.

Aventino sobrevuela la palabra, la sintaxis, el verso, la estrofa y los convierte en magma incandescente, en moldeable roca canaria impregnada de dificultad y dignidad semántica, de lava terminológica que brota de las profundidades del mar de su alma. Nos obliga, obliga al lector a escudriñar su mensaje, a psicoanalizarlo, a hacer la disección de cada una de sus expresiones, de sus metáforas, de sus vocablos, a buscarles significados afines, paralelos, complementarios, plausibles.

Interpretar la poesía de Aventino supone un esfuerzo extra de comprensión lectora, un reinventar, conscientemente, el mensaje del poema, darle significado propio para intentar confluir con el pensamiento primigenio, el que brota, incandescente e irreverente de la inspiración que atormenta al bardo creador en los momentos proclives al éxtasis de la composición poética que mana de la inspiración.

Es una poesía, permítaseme la licencia, «no al uso» (en este poemario), ni en el sentido clásico del propio término, ni en sentido más amplio del desarrollo del ser poético. Es pues una poesía que reclama un espacio de libre interpretación, una concepción heterogénea de sentimientos, de descripciones al borde del propio entendimiento, de sintaxis[2] enrocada, encriptada incluso, en las profundidades de la mente del autor, de metáforas cuya complejidad requiere de relecturas repetidas, es una poesía de una semántica rica, compleja, difícil a veces, terminología que roza lo irracional en los conceptos en los que se inserta, que busca chocar al lector a la vez que busca su complicidad, la tan imprescindible complicidad de los ojos que se adentran en nuestros mundos de sueños, metáforas y mensajes que han de trascender nuestras almas para liberar las alas del albatros de Baudelaire de las burlas de los marineros (de los hombres en general) y permitirnos volar de nuevo entre las maravillosas nubes que nos inspiran, pues no podemos andar por el mundo con tanta carga de sueños, fantasías y esperanzas sin devolverlos a sus dueños legítimos, nuestros lectores.

Nos encontramos con una propuesta literaria de estructura estrófica de verso libre. Cabe reseñar la carencia de signos ortográficos, en una clara intención de fijar la atención del lector, en un primer momento, de obligarlo a la relectura y, si cabe, que sea éste, el propio lector, el que le vaya dando la cadencia rítmica y secuencial que irá brotando de su comprensión lectora.

Comienza Lindes, poemario publicado en 2020, con la dedicatoria a Corina, su madre y a Marcos su padre, pilares trascendentales en su vida y en su devenir como hombre, como profesor y como poeta. Inserta citas de autores como Yves Bonnefroy, tal vez el poeta francés más importante de la segunda mitad del siglo XX; Claudio Rodríguez García, zamorano de nacimiento y uno de los más brillantes poetas españoles, igualmente de la segunda mitad del siglo XX, al que tanto ha leído Aventino y tanto admira; y también cita a Pedro García Cabrera, el grandísimo poeta de La Gomera. Poetas señeros que ha estudiado y que, en cierto modo, dejaron huella en él, impronta que germinó, eclosionando en su particularísima forma de escribir y plantear su mundo poético. Ya en el poemario, aparecen citas de autores como la barcelonesa Clara Janés Nadal, de la cubana universal Dulce María Loynaz y del canario Luis Feria.

Arranca el poemario con un poema descriptivo. En él ya queda reflejada, toda una declaración de intenciones, desde el propio título Con letras sobre el mar y cito: «las cuatro alas del paisaje insular», «el risco, montes, barrancos, el valle, etc.», la referencia al mar, a través de «los bañistas, la marea alta, la pleamar, un barco o el mar», en pocas palabras, su isla, rodeada por el mar, el paisaje isleño, la ciudad, la intervención del hombre, etc. Prosiguen esas referencias al mar (del que hablaremos más adelante), a la luz, a la ciudad, al tráfico, a las laderas, a las cornisas, a la isla, a las arenas, a las plazas, a los almendros, a los olivos, a las nubes, a las veredas, a las estaciones, a los barrancos, etc., para dar forma, estructura y consistencia al poemario.

Hallamos, por ardid poético, cuando así lo requiere el escritor, la mayúscula para dar equilibrio a la pausa, en el momento preciso en que la lectura se va haciendo más profunda, véase intensa, compleja, como, por ejemplo, en la página 19: «Trenzan los regocijos en las arenas / artesanas quieren que vengan ya / los diccionarios porque el son va hacia la plaza / Varear como a almendros y a olivos / su usufructo y sus etimologías…».

Van surgiendo, al filo de las páginas, estructuras enrevesadas de diversas posibles interpretaciones, metáforas de nueva hornada que chocan, a veces sin pretenderlo y que logran efectos rítmicos interesantes: «la rotonda con letras sobre el mar» (pág. 13), «voraz barranco» (pág. 14), «ruedas de luna» (pág. 16), «de ajo joven una ensalada o crema de estrella puré de sol» (pág. 17), «como adioses de adobes» (pág. 19), «el mar clara acequia del paso a pie por la piel» (pág. 21), lográndose aquí, un ritmo sosegado mediante la rima interna asonante.

Aparecen igualmente términos sugerentes, «cimbras»[3] y «aqua alta»[4] (pág. 23), «añil»[5] (pág. 26), «cirro»[6] (pág. 29), voces cultas «vocare»[7] título del poema de la página 21, «ergo sumus»[8] (pág. 33), etc., que nos llenan la mente de imágenes insinuantes, de delicados sabores y del sabroso regusto de la cultura.

Esta lograda forma de dar cadencia al verso, se repite en más ocasiones: «detrás el emblema de la ciudad de aquí cerca estandarte arte»; y a continuación, en los dos versos siguientes «y templo de los pianos violines timbales escenarios o mitos / necesarios…» (pág. 16), si bien en estas dos ocasiones la rima es plenamente consonante, lo que enfatiza, aún más, si cabe, la sonoridad rítmica del mensaje.

En la página 19 podemos leer «Calzan sus calles sus propias nubes / en la tilde de los buques…», nos llama la atención pues «la tilde de los buques» que posteriormente reutiliza, en la página 49, en el propio título del poema Tilde de buque en el que podemos leer en la primera estrofa «estuvo una hora entre el punto o tilde / de aquel buque gris…». Esta expresión ya viene recogida en el título de su poemario inédito de 2010, Como tilde de buque. En su poemario Vereda, de 2021, brotará de nuevo esta misma idea: en el poema 33, en la página 22 podemos leer «como una tilde en el mar / como una tilde de buque», locución (si se me permite la licencia), de evidente referencia al mar, el mar, término recurrente, lleno de matices y sugerencias plásticas, poéticas, vitales, y que aparece dieciocho veces a lo largo de Lindes. El mar, tema recurrente en la literatura universal, así «El mar es toda mi vida», afirmación del insigne Rafael Alberti que bien podría haber salido de los labios de Aventino o los hermosos versos de la argentina Alfonsina Storni: «Oh mar, enorme mar, corazón fiero» del poema Frente al mar, por citar solo dos ejemplos de la literatura hispana; del otro lado de los Pirineos, Charles Baudelaire aborda también, de forma magistral este tema en «L’albatros» de su obra magistral Les Fleurs du mal, Artur Rimbaud en «Le bateau ivre» o, incluso el padre de las letras francesas, Victor Hugo con su poema «Oceano nox», etc.

El mar, fuente de vida, vida él mismo, el mar refugio, consuelo y fuente nutriente para el alma del poeta, referencia intuida al cobijo, al calor, a la inmensa seguridad que proporciona el vientre materno, al líquido amniótico en el que flota el poema enardecido al albur del vaivén de las corrientes marinas iluminadas por la luna musa y el verso que las sustenta.

Unas páginas más adelante, nos topamos, de pronto, con logradas y sugerentes propuestas literarias como «arboleda de imágenes» o «zarzales de textos» (página 23).

Afirmó Antonio Gades: «Un poeta busca la palabra y, si no existe, la crea»[9], pues bien, cuando el recurso del lenguaje académico, el de la calle, el de la isla incluso, no bastan, Aventino se adentra en el insondable mundo de la «Jitanjáfora» (dice al respecto la RAE: «Jitanjáfora[10]: Crear palabras sin significado a partir de sílabas con especial sonoridad. Texto carente de sentido cuyo valor estético se basa en la sonoridad y en el poder evocador de las palabras, reales o inventadas, que lo componen»).

Con referentes como el peruano César Vallejo, a raíz de la publicación de su obra Trilce (1922), en la que se puede hablar de la creación de una nueva formulación expresiva, puede dar lugar a verdaderos quebraderos de cabeza para las obras de estos dos autores, Vallejo y Sarmiento.

Afirma José Miguel Perera, crítico literario y doctor en Filología Hispánica: «El resultado del móvil lírico son asociaciones complejas de raíz simbólica en las que todo anda señalando, suscitando, insinuando. A más sugerencia, más ambigüedad; lo que —desde nuestra perspectiva crítica— promueve una percepción de la realidad antiabsoluta y polidimensional, es decir, mayormente abierta y curvada —anotábamos—, tolerante y tolerable, repleta y enferma de posibilidades».

No podemos estar más de acuerdo; así nos encontramos con palabras que no aparecen en el diccionario de la RAE como «letrario» (pág. 18), «hesperídicos»[11] (pág. 35), «Vimbres» (pág. 45), etc. La desestructuración, a veces total, de la sintaxis, el empleo de cultismos, de una semántica rica, rebuscada: «parhelio [12], edafologías[13], fonolitas[14], nispoleros[15], nitos[16], disdascalias[17], olivarda[18]», y esto solo en el poema Diapasones, de la página 43, todo ello enredado, enhebrado en una composición psicológica y retórica de profundos mensajes, como ya hemos afirmado, encriptados.

Otros términos como «caideros»[19] (pág. 13), «turmán»[20] (pág. 13), «guiniguada»[21] (pág. 15), son también topónimos sustantivados a los que ha quitado la mayúscula inicial, reinventando el término para darle nueva conceptualización, nueva sonoridad y brindarle la oportunidad de «chocar», en un primer momento, al lector, y después, obligarlo a pensar y repensar, a mayores, a reformular, en una palabra, el mensaje poético.

El propio autor reconoce, y cito textualmente: «Lindes asume cierto riesgo por su carácter experimental de la mayoría de sus textos. El léxico brota, en muchos textos, a modo de torrente, a borbotones; una cierta dislocación formal y semántica que hace de Lindes un poemario complejo, de lectura y ‘digestión’ lentas».

Ciertos términos se repiten a lo largo de Lindes, «cilantro»[22](págs. 18, 37, 38, 43), «balandro» (págs. 17, 18, 43, etc.), término este que dará título a su poemario publicado en 2019, Voz de balandro, que refleja las ansias de bogar del poeta, de evadirse a través del mar que da vida y contenido a sus islas, su particular comunión intrínseca con el mar, el mar idea recurrente, nostalgia de horizontes, de sueños, de alas… «Soneto» (págs. 16, 52, etc.) también se repite y que sugiere una clara referencia a lo clásico, a sus abundantes lecturas, a la perfección del endecasílabo, a la rima consonante que tanta contundencia y seriedad da al poema pero que él mismo no aborda en su obra literaria, «zambullirse» (pág., 13 ¾2 veces¾), otras también como el «mar» (págs. 21 ¾2 veces¾, 51 y 52, que solo en el poema Vendimia, aparece 3 veces) recordemos que aparece dieciocho veces en el poemario, «cimbras, cirro», etc.

Es pues Lindes, una propuesta sobre el paisaje insular, excepto el texto Abre sobre el adobe el tercio plegable fe la hoja, página 23, que describe una breve estancia vacacional en Venecia. Afirma Aventino Sarmiento que es «Un mosaico, un puzle (a modo de, en apariencia, un tablero caótico como, por ejemplo, Troceada luz, página 15) de los elementos que conforman lo insular: el mar y el paisaje en general».

Aparecen elementos respecto de la ciudad y su fundación: «Lindes se asienta también en ciertos elementos reales y surreales, elementos históricos y míticos (o literarios)»[23], en una suerte de contraposición del yin y el yang del taoísmo (salvando ciertas distancias), en este caso, para hacer resaltar el contraste, evidente, que pugna entre lo opuesto pero complementario, la historia, el mito, la tradición, su legado, lo actual, etc., llegando a traspasar esas barreras de lo descriptivo para interpretar una tonada de cierta «ironía, de una determinada decepción, en un cierto pesimismo y al tiempo en la crítica social»[24], en Ingeniería de geranios, página 33.

Cierra Lindes, el poema Luz redonda: composición en prosa poética, a modo de microrrelato, contundente, impactante, que por sí sola justificaría, perfectamente, todo el poemario. Lleno de fuerza con imágenes repletas de amplitud y sugerencias plásticas: «Llega a trompicones esa luz redonda como el sol blanco y cegador…», «Este sol no pide permiso solo se anuncia sin sombra que valga», o también «Hay una resistencia en los laureles en las palmeras y en aquellos lagartos borrachos que ni pueden girar sus cuellos ante la ofrenda de tomates».

Portada del libro “Vereda” de Aventino Sarmiento

VEREDA[25]:

Tras la lectura de otros poemarios de Aventino Sarmiento como Sama de donde tomo el colibrí, Lindes o Las lomas del viento, Vereda aporta, desde los primeros versos, diferencias notorias, no tanto en el contenido (que también, al menos en parte), sino en la forma estrófica, y ahondando, paulatinamente, en las entrañas del libro vamos descubriendo un nuevo mundo de sabores, de colores, de sensaciones y reflexiones, en boca del propio autor, a modo de «reflexión del paisaje insular canario: el paisaje rural, el paisaje urbano, la presencia del mar (de cerca, desde el horizonte)»[26].

Cabe significar que el paisaje canario «ha sido, y es, temática central en la creación artística y literaria»[27] de Aventino Sarmiento.

Este poemario, lo dedica Aventino, a su compañera Yolanda Ortiz Morlanes, al igual que Sama de donde tomo el colibrí y Las lomas del viento. No falta la alusión a autores o citas incluidas en Vereda: a José Miguel Junco Ezquerra (mención especial del jurado Premio internacional de poesía Tomás Morales 1992), a José Miguel Perera y al catedrático y poeta Eugenio Padorno.

Se divide este poemario en tres capítulos: Arpegian su cerradura, Buzos en los cirros y Círculos de las asmáticas colinas, cada uno de ellos encabezado por unas líneas en prosa poética que fusionan el mensaje poético de la extrañeza del autor por, y cito textualmente, «no solo habitar el paisaje», por «no solo estar en función del paisaje» y, finalmente, «por ser paisaje»: declaración de intenciones para la posterior comunión mística entre los sentimientos y lo observado, que no gusta al poeta, y es cuando «reflexiona sobre la acción humana en el medio físico. La huella antropológica en el quehacer histórico y cultural en el paisaje entendido aquí en un sentido amplio»[28], para que eclosione en forma de pensamiento, de reflexión, y estos, a su vez, ensarten de versos el universo profundo e inquebrantable del alma del poeta.

La estructura estrófica de este libro nos acerca más al concepto del aforismo: «Máxima o sentencia que se propone como pauta en alguna ciencia o arte». (definición que nos ofrece el diccionario de la RAE «on line»).

¿Qué decir, si no, de los versos del poema 15 de la página 16 «busco un verbo / en las sílabas del sol»; del poema 28 en la página 20 «a esta hora canicular tres y media / ¿con qué elogiamos a la tarde?»; o también del poema 29 (página 21) «hombros / delgado sillar de los deseos para el olvido»; o incluso, en la página 29, del poema 34 «la higuera sombrea / esa rama verde áspera y frondosa que frena / la espada de sol»?; y así sucesivamente a lo largo de todo el poemario.

Para José Ramón González, Catedrático de Literatura Española en la Universidad de Valladolid, «la inclusión del aforismo en la poesía quedaría justificada por el rigor, la concisión, la rotundidad y la intensidad».

Claramente, Aventino se aleja del aforismo clásico, a mi modo de ver, poetizando más el mensaje, envolviéndolo en un halo espiritual de sensibilidad, prescindiendo incluso de la sentencia propia del aforismo, dando el empuje de vigor de su tierra natal y un mimetismo, casi místico, a su comunión con el del paisaje insular canario: el paisaje rural, el paisaje urbano, la presencia del mar, su propio paisaje interior, en eterna ebullición reflexiva…

El mar es una voz omnipresente en su obra, pero sobre todo en Vereda, aparece, ahí es nada, la bagatela de una veintena de veces. Como ya vimos en Lindes, « el mar, término recurrente, lleno de matices y sugerencias plásticas, poéticas, vitales»[29], confidente del alma del poeta en sus introspecciones y análisis de cuanto le rodea, le inquieta, le duele porque lo quiere cuando la mano del hombre ha venido a quebrar el equilibrio perfecto de la naturaleza, ese mar que es «referencia al cobijo, al calor, a la inmensa seguridad que proporciona el vientre materno»[30], el mar al que entrega sus pensamientos, inquietudes y certezas.

Cabe mencionar, aquí, la riqueza semántica que mana de las páginas de este y de otros poemarios de este autor, así como la presencia de ciertos vocablos que se repiten en la obra de Sarmiento: mar, cirros, barranco, rebeca, tiempo, hombros, verde, playa, lomas, verso, etc. Pues bien, en Vereda, esas frases, esos versos, esas reflexiones poéticas que brotan del alma, pero también del recuerdo de lo vivido, de lo que ha amado desde la infancia, de lo que ama, en la madurez de la vida, son tallos de luz que iluminan un poemario que reflexiona, ad hoc, sobre la acción humana en el medio físico. La huella antropológica en el quehacer histórico y cultural en el paisaje entendido aquí en un sentido amplio. Afirma el autor: «Vereda deja constancia de paisaje dañado, herido y no siempre bien intervenido. Una imagen caótica. Un desorden, un abandono y una cierta deserción estética son marcas que definen en gran parte el paisaje»[31].

Nos encontramos con poemas sin título, encabezados por numeración ordinaria, y en aquellos poemas de más de una estrofa, estas se inician mediante letras en minúscula. Entendemos que, a través de este ardid, Aventino pretende agilizar su propio proceso mental, configurar un todo ordenado a través de ese proceso numérico y alfabético que permite un encadenamiento más ágil, una estructuración con la que presentar un todo más homogéneo, en una palabra, un conjunto, al menos en apariencia, más organizado.

En el poema 33, en la página 22 podemos leer «como una tilde en el mar / como una tilde de buque», expresión que ya vimos en su poemario Lindes, «Calzan sus propias nubes / en la tilde de los buques», poema Trenzas, página 19 (estrofa 3), y posteriormente, en la página 49, en el poema Tilde de buque (segunda referencia, incluso en el propio título), podemos leer en la primera estrofa «estuvo una hora entre el punto o tilde / de aquel buque gris….», expresión que, por otra parte, como constatamos en el estudio de Lindes, ya recoge el título de su poemario inédito de 2010, Como tilde de buque. El mar pues (repetido, recordemos, una veintena de veces en Vereda), y sus complementos, en este caso el buque, que navega, que flota sobre las aguas, sobre las que boga al alma del poeta y que le traen y llevan recuerdos, al albur de las mareas. Está claro que es toda una singladura, la de Aventino, por paisajes isleños y en su deambular por los ecos de la tierra de su infancia, efectúa, recurrentemente, introspecciones (conscientes o inconscientes) a los propios paisajes que brotan de su interior, en una suerte de fuente vital, fresca pero explosiva.

Poco dado a sentimentalismos fáciles, nos sorprende, de pronto, en el poema 46 (página 32), con rasgos de meditada ternura y profunda reflexión afectiva, con versos como «¿dónde quedó escrito: no son suficientes / la noche y la luz sin ti?» (b); y más adelante «¿cómo se escribe / te pareces al poemario que me gustaría escribir?» (c), para concluir, liberado el espíritu enamorado, en una conclusión/reflexión/observación, y cito «donde antes asfixió la eternidad / ahora esta ladera y tu cuerpo» (d).

Mención aparte merece el poema 47 (página 33). De pronto, se abre, ante nuestros ojos, toda una declaración de intenciones, un entregarnos su ser más profundo, un confesarnos creencias íntimas a través de unos aforismos reflexivos sobre la propia naturaleza del poema, del verso, más en concreto. Así leemos «(un verso) es la medida de una paciencia activa» y más adelante «(un verso) es la medida de leer vivir escribir y hechizar/se», para espetarnos, a la cara, antes de cerrar el poema, que «el mejor verso siempre está por llegar», ¡quede, pues, dicho!

Como en Lindes, reaparece la referencia a las estaciones, es decir, al paso inexorable del tiempo, página 15 «el verano asoma sus últimas ramas» (poema 9), página 15 «con el poco sol que le duerme el otoño» (poema 10), página 16 «ahora el sol / acaba de entrar en el mar» (poema 16), página 17 «el otoño otra vez de visita» (poema 19).

De pronto, eclosiona una composición sin parangón: «busco un verbo en las sílabas de sol», declaración redonda llena de sensibilidad y contundencia poética por su concisión, por su significado y la quietud de su estructura (poema 15, página 16).

Siguiendo pautas que ya hemos encontrado en otros poemarios, Sarmiento disfruta jugando con las consonancias, a mi modo de ver, calculadas. Pretende reavivar el ritmo del verso, a la vez que ahonda en la sonoridad de sus propios pensamientos, en su afán de captar, de fijar la atención del lector, de hacerlo partícipe de la mística comunión de la que él mismo es oficiante y consumidor. Así es, por ejemplo, en el poema 18 «estética pública», página 18; «aquella mueca hueca feliz y graciosa» (poema 36, página 29); «con la pila / en su lapilli» (poema 57, página 39); y, en la misma página «expira su espiral de gusano y antiguo cemento» (poema 59); «busca / el sustento en el vendaval aval/también de lo obelisco o bello…» (poema 72, página 49); en el poema 73, de la página 50 leemos «desde el viernes a la tarde / suben el telón tablón para guarnición / de alas andamios para guantes de piel gruesa»; y, como último ejemplo, en el poema 61, página 40, en dos versos seguidos «en la malla de cal / o como cal calca su geranio / su prestancia incluso su rojo».

Ya lo vimos en Lindes, «cuando el recurso del lenguaje académico, el de la calle, el de la isla incluso, no bastan»[32], Aventino «busca la palabra y, si no existe, la crea», como dijera el artista Antonio Gades. Nos ofrece, intencionadamente, en Vereda, palabras que no aparecen en el diccionario de la RAE, creadas por el propio autor o sencillamente transformadas, a partir de términos ya existentes, en un afán de darles más sonoridad, de enfatizarlas, a la vez que dar un toquecito de atención al lector, para fijar su concentración; así, podemos citar algunas de ellas:«protofuste», poema 76 c, y en el verso siguiente «neuroligaduras», en la estrofa “e” «trituras» (como sustantivo, en la página 52) y «protohuerto» en la estrofa “h” de esta misma página 52.

Afirmamos, en la conclusión de esta aproximación a estas dos obras de Sarmiento, Lindes y Vereda, que hallamos, tras «la disgregación de la sintaxis», «la pirueta de la palabra en endiablados trucos de magia», o acaso ¿no es buscar la magia de la palabra, del verbo, de la expresión escrita, el jugar con la colocación de los términos, el darles otra ubicación en la oración, el ponerlos patas arriba (o tal vez cabeza abajo) para dar complementariedad a la idea propuesta como acaece en el poema 74 (página 50) cuando expone «como la resina del tiempo / (nudo en el tiempo con resina) / trabaja una resistencia atenta con tuerca»?

Por ello, y a modo de justificación literaria y liberación espiritual, en el caso concreto de Vereda, el propio Sarmiento confiesa: «El lenguaje se retuerce, se hace indescifrable en una primera instancia, se rebela contra sí mismo, se hace áspero en muchas ocasiones»[33], y puesto a abrirnos su corazón de poeta, nos entrega también su alma cuando, acto seguido, reconoce que en Vereda, «La escritura adopta una forma caótica, desordenada e irregular. El ritmo lo da la misma forma: una actitud deliberadamente dispersa, fragmentaria y en apariencia inconexa»[34] para, de inmediato plantearse la pregunta trascendental «¿No es así como se nos muestra el paisaje cuando lo miramos y analizamos con detenimiento?»[35].

No sé, a ciencia cierta, si realmente así sucede para todos los poetas, de lo que sí que estoy convencido, es que, para el autor, esas profundas reflexiones, sembradas de dudas y certezas, de imágenes del presente y del pasado, esas elucubraciones sobre la realidad de la influencia en su paisaje adorado de la mano destructora, o cuanto menos, modificadora, del ser humano, están íntimamente relacionadas, conectadas, son dependientes, véase gregarias, de su propio lenguaje, del que gusta tanto metamorfosear hasta las estructuras más pequeñas, para ir edificando un castillo de naipes lleno de pasadizos secretos y henchido de obstáculos, a primera vista, que el lector habrá de ir sorteando para poder acabar descifrándolos.

BARDO DE LA PROFUNDIDAD DEL LENGUAJE:

No, no es Aventino Sarmiento, Tino, para los allegados, «poeta al uso», como ya hemos tratado de ir desmenuzando, paso a paso, pero con la exigüidad que supone el tener que hablar, dignamente, y desmenuzar en la medida de lo posible, nada más y nada menos que dos poemarios en tan exiguo tiempo y espacio.

Es bardo de la profundidad insondable del lenguaje, es escultor de la semántica, de la cadencia de la palabra y de la metáfora que hace reflexionar hasta las últimas consecuencias; es autor que demanda de relectura (o relecturas) tras una primera aproximación a su obra, que sugiere un nuevo adentrarse en aquellos poemas o solamente versos (dado el caso) que más nos han llamado la atención o sobre cuya comprensión pueda aún planear la duda del significado profundo.

Hallamos en Tino, la disgregación de la sintaxis, voluntaria y calculadamente, la pirueta de la palabra en endiablados trucos de magia, como ya hemos anticipado más arriba, en disonancias verbales seguidas, de pronto, de voluntarias rimas que dan inusitada cadencia al verso, un quebranto potestativo y, en apariencia, desordenado, de su íntima relación con el mar que rodea su infancia, su vida toda, con el paisaje manipulado por el ser humano «intervenido», de «su isla» (y cuanto la compone), todo ello a través de los ojos de su innegable condición de insular, profundamente atado a sus raíces y enamorado, hasta la médula, de sus entrañas, misterios y encantos.

Habla el poeta, crítico literario y doctor en Filología Hispánica José Miguel Perera de «la poética imposible de Aventino Sarmiento», en otros poemarios anteriores (Las sílabas del sol, 1991; Hemisferio, 1984 o Cimbras, 2017). Si por «imposible» se entiende culta, novedosa, rompedora, véase demoledora de ideas preconcebidas, y arquitectura endiabladamente retorcida que requiere del doble esfuerzo de ir desmenuzando, palabra a palabra, cada verso y el ir recomponiendo, mentalmente estructuras que el poeta ha ido conjuntando o desensamblando, al libre albedrío del fluir de sus percepciones, de su visión particularísima del paisaje que le rodea, de los seres que comparten espacio vital con él y su mundo interior lleno de fantasía, imágenes, magia y poesía; entonces sí, puede que Tino Sarmiento sea un «poeta de lo imposible», pero solo otorgando esas acepciones, que acabo de enumerar, al término «imposible» y esgrimiendo la salvedad de que estamos ante «una escritura que, por su conceptualidad y condensación, podría bautizarse de telegráfica»como afirma José Miguel Perera.

Palabra a palabra, quiebro a quiebro, sin puntos ortográficos básicos, sin mayúsculas (las más de las veces), me atrevería a aseverar que cada vocablo, cada imagen, cada verbo, conforman por sí solos, en los poemarios referidos, Lindes y Vereda, micropoemas dentro de la propia estructura del poema, tal es la poseía de Aventino Sarmiento Pérez.


Autor y poeta en evento literario (Foto: Ayuntamiento de Benavente)

El poeta

Aventino Marcial Sarmiento Pérez, natural de Tejeda, Gran Canaria, nace en 1956. Es Licenciado en Geografía e Historia y ha sido profesor de Latín y Cultura Clásica en Enseñanza Secundaria.

Su obra publicada consta de los siguientes títulos: Hemisferio (1984), Las sílabas del sol (1989), Cimbras (2017), Voz de balandro (2019), Sama de donde tomo el colibrí y Lindes (2020), Vereda (2021) y Lomas del viento (2023).

Parte de su obra se halla publicada en las dos antologías: Acantilado y silencio. Panorámica de la generación de los ochenta del siglo XX (2004) y Bitácoras. Las cosas tras que andamos (2016).

Mantiene inéditos los poemarios: Grija*(2000-2004), Como tilde de buque (2010) y La cera de Ícaro (2012-2014)

El autor

José Luis España Sánchez, filólogo y poeta, ha publicado DUELO, poemas a Librada, Editorial Círculo Rojo, y Atisbo de cordura, AVANT Editorial. Tiene más de cincuenta poemarios inéditos y otros cuatro en francés.

Ha recibido premios, a nivel nacional e internacional, como la Mención de honor al mejor Jotabero español con la obra Disertación disparatada en el XI certamen poético internacional rima Jotabé (España); una Mención honrosa con la obra Pueblo de éxodo (poema) y Distinción honoris causa en el concurso periodístico literario y poético notas migratorias César Vallejo 2022; Fundación Universidad Hispana (Lima, Perú), y varias obras suyas (sonetos, décimas, haikus, micronarraciones, etc.) han recibido primeros premios en certámenes convocados por plataformas literarias (Mundo escritura, Letras como espada, El muro del escritor y Creatividad Literaria).

Aparecen poemas suyos en diversas revistas, antologías y libros recopilatorios como I Antología Voces Emergentes de la Literatura 2021 (Ediciones Alborismos, Venezuela); Poemario antológico «II premio de poesía Rosa Butler y I concurso de sonetos Hernán De Usero» (Puerto Real, España); poemario Certamen Poético Internacional Rima Jotabé 2022; Antología XIV encuentro de poesía y cuento Premio «José Carlos Capparelli Año 2022» (Argentina); Libro recopilatorio XII certamen literario «Ricardo León» (Ayto. de Galapagar) y IV Antología de Poesía Aliar y Ediciones ALIAR (España); Revista Literaria ALBORISMOS n.º 11, (Trujillo, Venezuela); antología Día mundial de la rima Jotabé (edita Juan Benito Rodríguez Manzanares), etc.


NOTAS

[1] Lindes, poemario de Aventino Sarmiento, publicado por Mercurio Editorial, 2020, ISBN 978-84-17890-80-3.

[2] Si nos ceñimos al significado estricto de sintaxis:1. f. Gram. Parte de la gramática que estudia el modo en que se combinan las palabras y los grupos que estas forman para expresar significados, así como las relaciones que se establecen entre todas esas unidades (Diccionario de la RAE).

[3] f. Arq. Vuelta o curvatura de la superficie interior de un arco o bóveda (Diccionario de la RAE).

[4] El Acqua Alta es un fenómeno que ocurre periódicamente en Venecia cuando el Mar Adriático sube de nivel. 

[5] Color azul oscuro.

[6] Azadilla para escardar.

[7] Llamado o acción de llamar.

[8] Luego soy.

[9] «Yo no soy un folclorista, pero estudié el folclore como un poeta estudia la gramática. Un poeta busca la palabra, y si no existe, la crea… Mi idea era hacer algo más con ese folclore, no truncarlo del pueblo y prostituirlo, sino coger la esencia y hacer otra cosa, contar una historia con el movimiento. En el fondo, lo primero es el movimiento. Y a partir de ahí, con la literatura, la música, las costumbres, los trajes, las luces, vamos a ver cómo contamos historias» — Antonio Gades. Fuente: https://www.facebook.com/FundacionAntonioGades/photos/a.10151203750447336/10157334830392336/?type=3&eid=ARDCQlsHkfcJ_TpXeTSnzp2XyMHAp6Dn1DnMPTlllnL7IYTXO7WOqA-jiA8LBAifxct3qJ0wMmdKLwGf&ifg=1&paipv=0&eav=AfYhRFPuJc01R5Rk8yjiL_NMoKYmrheRC8iBKke_6pxqHzO0VSIxoDgt4hw2EQ5QDwc&_rdr

[10] De Jitanjáfora, última palabra del tercer verso de un poema repleto de voces sin significado, pero de gran sonoridad, que compuso en 1929 el poeta cubano M. Brull y de la que se valió el humanista mexicano A. Reyes, 1889 – 1959, para designar este tipo de enunciados (Diccionario de la RAE).

[11] Las hespérides del mundo clásico. En Canarias se las relacionan con las islas de las afortunados (por la benignidad del clima y de la naturaleza) y con las islas de las Hespérides (occidentales > caída del sol, el poniente, etc.). En Canarias han inspirado a pintores, a escultores y a escritores. Véase el pintor Néstor de la Torre y el escritor/poeta Tomás Morales (nota del autor de Lindes)

[12]m. Meteor. Fenómeno luminoso poco común, que consiste en la aparición simultánea de varias imágenes del Sol reflejadas en las nubes y por lo general dispuestas simétricamente sobre un halo (Diccionario de la RAE).

[13] f. Ciencia que trata de la naturaleza y condiciones del suelo, en su relación con las plantas (Diccionario de la RAE).

[14]f. Geol. Roca compuesta de feldespato y silicato de alúmina, de color gris azulado y textura compacta, que se emplea como piedra de construcción.

[15] m. Mur. níspero (‖ árbol rosáceo) (Diccionario de la RAE).

[16]m. Helecho que se cría en Filipinas, de tallo casi voluble y hojas que nacen sobre un pezón pequeño, todas ladeadas y divididas en dos. De los pecíolos se saca el filamento que sirve para fabricar sombreros y petacas (Diccionario de la RAE).

[17] f. Enseñanza, instrucción (Diccionario de la RAE).

[18]2.f. Planta de la familia de las compuestas, de 50 cm a un metro de altura, de tronco leñoso, bastante ramosa, con hojas lanceoladas, sentadas, abrazadoras por la base, con dientes en el margen y pobladas de pelillos glandulosos que segregan una especie de resina viscosa, flores en cabezuelas amarillas, de pedúnculos desiguales para formar ramo piramidal, y fruto seco con una sola semilla, suelta y menuda. Es común en España y se ha empleado como astringente y cicatrizante (Diccionario de la RAE).

[19] Topónimo, nombre de un lugar, un pueblo agrícola y ganadero muy por encima de Agaete (Nota del autor de Lindes).

[20] Nombre de una playa de Agaete al noroeste de la isla de Gran Canaria (Nota del autor de Lindes).

[21] Nombre de un barranco que se origina en las medianías del centro de la isla y que llega al mar, dividiendo a la ciudad en dos partes: la fundacional (la ciudad antigua en su origen) y la comercial (cuyo origen es de final del siglo XIX y de principios del siglo XX) (Nota del autor de Lindes).

[22] 1.m. Hierba de la familia de las umbelíferas, con tallo lampiño de 60 a 80 cm de altura, hojas inferiores divididas en segmentos dentados, y filiformes las superiores, flores rojizas y simiente elipsoidal, aromática y de virtud estomacal (Diccionario de la RAE).

[23] Nota del autor de Lindes.

[24] Nota del autor de Lindes.

[25] Vereda, poemario de Aventino Sarmiento, publicado por Mercurio Editorial, 2021, ISBN 978-84-18558-53-2.

[26] Cita del autor de Vereda.

[27] Cita del autor de Vereda.

[28] Cita del autor de Vereda.

[29] Aproximación literaria del autor de este estudio al poemario Lindes de Aventino Pérez.

[30] Aproximación literaria del autor de este estudio al poemario Lindes de Aventino Pérez.

[31] Cita del autor de Vereda.

[32] Referencia del autor de esta aproximación literaria del poemario Lindes.

[33] Cita del autor de Vereda.

[34] Cita del autor de Vereda.

[35] Cita del autor de Vereda.

* f. desus. guijarro (Diccionario de la RAE).

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