“Isleta de San Juan” Poemas inéditos de Vanessa Droz (Puerto Rico)

Vanessa Droz ha sido animadora de programas radiales sobre cultura, integrante de las juntas de importantes entidades culturales puertorriqueñas, directora de talleres de poesía y ha publicado artículos de opinión en la prensa del país y crítica de arte en catálogos y revistas
Vanessa Droz

Desde la Revista Trasdemar, con motivo del Día de las Escritoras, presentamos una selección de poemas inéditos de nuestra colaboradora Vanessa Droz (Puerto Rico, 1952)
Ha publicado los poemarios La cicatriz a medias, Vicios de ángeles y otras pasiones privadas, Estrategias de la catedral, Las cuatro estaciones-Suite caribeña (incluye xilografías y fotografías de la autora), Bambú y otros horizontes (colección de más de 100 haikús) y Permanencia en puerto. Sus libros han sido premiados y ha recibido importantes reconocimientos. Ha sido presidenta del PEN Puerto Rico

Un pájaro inmóvil, en vuelo o amortajado,

es un taller de poesía

VANESSA DROZ

Cartografía


Toda la historia del planeta en el plumaje de un pájaro.
Toda la geografía, los continentes sin fronteras,
todos los mares.
Toda la vida en el aire que te sostiene
y en la tierra,
mapa que llevas prendido en tu canto.



Pájaro de fuego


Bengalas de nuestro aire,
tus alas producen el viento,
tu pico las conversaciones que tenemos,
tus ojos la redondez de la tierra.
En muchedumbre,
eres hoguera que clama
y, en soledad,
brasa que asciende,
mis manos juntas por una súplica



Taller de poesía


Los pájaros, como los gatos,
vienen diseñados;
no por Dios, que de eso no sabe nada,
sino por ellos mismos.
Les ha tomado cientos de millones de años
determinar la estructura de sus cuerpos,
decidir el orden de las plumas de sus alas,
desarrollar el envidiable timón,
esculpir la liviandad de sus huesos,
trazar las curvas de sus picos,
las florituras de sus vuelos
y, sobre todo, decidir en insuperables diálogos
la calidad, nervio y altura de sus cantos:
si soprano, mezzosoprano o contralto;
si tenor, barítono, bajo o contratenor.
Un pájaro inmóvil, en vuelo o amortajado,
es un taller de poesía.



Advertencia arqueológica


Son mis planes,
cuando mi fallecimiento esté a medio camino,
trasladarme al Serengeti para ser devorada por un león
y que mi velatorio lo haga una manada de elefantes.
Hablo en serio.
Quiero devolverle a mi cuerpo
la dignidad de saciar un hambre
y el prestigio de un velatorio inteligente.
Mi hermana, abeja en extremo puntillosa,
se opondrá inicialmente,
pero luego cumplirá con mi voluntad
como combatiente de primera fila.
No podrá ella controlar la arqueología
que vendrá después, por lo que aquí lo dejo
advertido para que estos profesionales no se confundan:
en lugar de cráneo, encontrarán un meticuloso nido
(al modo del que elaboran las aves más sencillas
—esas que San Francisco de Asís seguiría apadrinando—)
que seguirá lleno de pájaros incorruptibles
que los depredadores respetarán.
Los pájaros seguirán cantando, aunque yo no los oiga
y el nido permanecerá allí, caliente, para siempre,
con su curvada arquitectura de huesos,
sin ambición de eternidad.


Isleta de San Juan

 (Desde el cementerio
 Santa María Magdalena de Pazzi)

 Isla sobre otra isla,
            ciudad sobre otra ciudad
           —mi casa sobre otro cuerpo—,
 este ataúd navega hacia el poniente.
 He asistido a su degúello,
 al trueno del navajazo en su garganta.
 He prometido mi mudez
 para que pueda hablar sonámbula
 (que así nació) a pesar de la herida,
 ella dormida, tanto silencio.
 Ando de visita por este catafalco que persigue
 resonancias ancestrales, runrunes de vehículos,
 el retintín del pensamiento.
 De día o de noche, forcejeo con ella
 y me redime exhausta,
 oído en tierra.
 Así descubro su pálpito verdadero:
 a babor, el mudo chasquido
 del mar contra el muelle;
 a estribor, el asordinado
 bramido del Atlántico contra la muralla;
 en la proa, el distante silencio del ojo que no ve
 y el de la boya sobre el agua en el preciso
 instante de un balanceo imprevisto.
 En popa —¡por supuesto!—,
 mi voz, ésa, la inútil,
 como escarabajo fijado sobre eriales de espuma
 en medio de una casa que dejó de navegar
 hace ya tanto tiempo.
 Por más que extiendo el pabellón de la oreja,
 inaudibles son el zureo de las palomas,
 el canto de guerra del pitirre,
 el alarido de la prostituta en medio de la noche,
 la letanía del tiempo en los tambores batá
 y hasta el ulular de los huracanes en su época festiva.
 Tanto silencio, la dormida herida.
 En medio del sueño,
 la reverberación del buque
 que entra a la bahía me recuerda
 que navegamos bajo tierra,
 que, al mirar hacia arriba,
 el mármol nos impide
 escuchar la luz que duermevela.
 La garganta de la ciudad solo grita de naufragios,
 mi cuerpo sobre otro cuerpo,
 mi casa sobre otra casa,
           ciudad sobre otra ciudad,
                     isla sobre otra isla.


Vanessa Droz (Puerto Rico, 1952)
Ha publicado los poemarios La cicatriz a medias, Vicios de ángeles y otras pasiones privadas,
Estrategias de la catedral, Las cuatro estaciones-Suite caribeña (incluye xilografías y
fotografías de la autora), Bambú y otros horizontes (colección de más de 100 haikús) y
Permanencia en puerto. Sus libros han sido premiados y ha recibido importantes
reconocimientos. Ha sido presidenta del PEN Puerto Rico, animadora de programas radiales
sobre cultura, integrante de las juntas de importantes entidades culturales puertorriqueñas,
directora de talleres de poesía y ha publicado artículos de opinión en la prensa del país y crítica
de arte en catálogos y revistas. Sus textos han circulado en innumerables revistas y antologías
nacionales e internacionales, y ha representado a Puerto Rico en incontables eventos literarios
internacionales. En 2018 fue homenajeada, junto con el poeta mexicano Homero Aridjis, por el
encuentro internacional “Poesía en abril” (DePaul University, Chicago). Droz es, además,
diseñadora gráfica, editora, gestora cultural y comunicadora.


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