Federico J. Silva “Adamo me fecit”

Entre las publicaciones de Federico J. Silva se encuentran títulos como "El crimen perfecto" (Anroart Ediciones, 2005), recopilatorio de sus primeros cinco libros, "Donde menos se piensa salta el gatoliebre" (2005), "Este hombre que está junto a ti al borde extático del precipicio" (2005). Era Pompeia (2005 y 2012), "Palabrota poeta" (2014), la antología de toda su poesía amorosa "Una mujer en todo el cuerpo" (2015) y la novela "Las calmas aparentes", 2015.

Presentamos en la Revista Trasdemar al poeta Federico J. Silva (Las Palmas de Gran Canaria, 1963) Licenciado en Filología Hispánica y profesor de Lengua Castellana y Literatura. Ha publicado nueve libros de poesía y uno de prosa y ha obtenido el Premio Hispanoamericano de Poesía “Dulce María Loynaz” 2004 y el Premio Internacional de Poesía “Tomás Morales” en 2004


ADAMO ME FECIT

La poésie doit être faite par tous.

Non par un.

ISIDORE DUCASSE

El poeta rebusca en la basura de su rival

-cada cosa que encierras, cada cosa

 tuvo esplendor, acaso hasta hermosura-

bajo la angustia de las influencias:

imitatio/ asesinato/ intertexto.

En la calle del Niño

se oyen voces en la madrugada:

Yo te untaré mis obras con tocino

porque no me las muerdas, Gongorilla.

Don Francisco de Que-bebo,

no hay quien os tope

que no diga con mucha cortesía,

que ya que vuestros pies son de elegía,

que vuestras suavidades son de arrope.

No escribas versos más, por vida mía,

Góngora bobo.

Son tan sucias de mirar

las coplas que dais por ricas

que las dan en las boticas

para hacer vomitar.

Alaridos en la calle de Francos:

(la más alta ocasión que vieron los siglos):

No hay poeta tan malo como el gran manco.

La gracia que no quiso darme el cielo, Avellaneda.

A ver, a ver esos latinicos,

monstruo, una comedia en 24 horas,

en la calle donde croas tus versos.

Ni sé si eres, Cervantes, co ni cu,

sólo digo que es Lope Apolo, y tú

frisón de su carroza, y puerco en pie.

(Miró al soslayo, fuese y no hubo nada).

El dulce cisne de Avon

olisquea en los despojos de Marlowe,

o en las sobras de los suyos. La poesía

nace de la poesía, anotó Emerson.

El cónsul plenipotenciario

            en los de Vicente, antipoeta y mago,

y Pablo de Rokha, barrabás vitalicio.

Galatón pintó un cuadro en el que Homero

vomitaba – era ciego y cualquier conduto engullía

o tal vez el pánico ante la musa en blanco-

y los aedos daban con la inspiración

en lo que su boca expelía.

Busca el poeta anónimo

algo bueno bajo el sol,

fragmentos del poema infinito,

del poema de todos.

Estes poemas são meus, añadió Drummond de Andrade.

Entre palimpsesto y pentimento

se hace el poema.

Sublimes hará a sus precursores.

En eco convertirá a los epígonos.

L’ensemble est une condition d’écriture (Derrida).


CUADRILÁTERO

El hotel Casa Marina de Cayo Hueso

se complace en presentar

el combate por el título regional de Florida

Writers on the rocks.

A la izquierda, calzón rojo,

37 años, 6 pies y 1 pulgada,

190 libras, autor de Adiós a las armas,

Ern Hemingway.

A la derecha, calzón azul,

56 años, 6 pies y 2 pulgadas,

220 libras, abogado de Hartford Accident

and Indemnity Company

y poeta,

Wall Stevens.

Ernie, amateur y bocazas,

estaba en su naturaleza,

fanfarroneó:

cualquier medio hombre

puede tener la Mercury de diez centavos.

Hasta este cantinero

sabía que Elsie Stevens

era el rostro de esa moneda,

la chica más hermosa de Reading.

Wall, que creía firmemente

en la poesía como fuerza destructora,

la tomó con Ura Hemingway: desearía

tener aquí ahora al gran hombre

y noquearlo con un solo puñetazo.

Una noche lluviosa.

Aquí se presentó Hem.

Un uppercut fue el primer golpe

de las tres veces que el poeta

besó la lona y recibiera

la cuenta atrás.

Un charco de sangre.

Grité: quiero una pelea justa.

Ernest se quitó las lentes

y Wallace le asestó el crochet anunciado

en la mandíbula.

El de Illinois tenía una quijada de asno.

Cinco días en el hospital:

un ojo hinchado, una mano rota

por dos lugares.

Entre copas se pusieron de acuerdo.

Elsie no podía enterarse.

La ficción suprema:

Stevens se había caído por las escaleras

y el que dijere lo contrario miente.

Wally nunca quiso recordarlo.


SUZANNE

de dos Juëces, que lascivamente

vieron desnuda y de virtud vestida.

LOPE DE VEGA

Tú floreces en el agua lodosa del río.

El cristal muestra tu lábil belleza.

Pero tu gracia y distinción

se destilan en el espejo de un alambique.

Estos lotófagos rebosan pasión por ti,

sueñan con hacerte suya y desposarte.

Han perdido la cabeza: consiente y entrégate,

demonio y carne lírica.

Te resistes y puta te llaman maliciosamente

oceánica.

Esos lotófagos se creen todos poetas ab ovo y jueces innatos de la poesía


PATOBIOGRAFÍA: SULFURO SATURNAL

Los santos tienen pinta de chaperos,

sus madonnas son las cortesanas más reputadas,

sus apóstoles, mendigos resabiados.

En la callejuelas napolitanas que rodean el Palazzo

Zevallos, en torno al psiquiátrico, están sus modelos:

bestias harapientas, criminales mugrientos, embrutecida carroña,

las alimañas procreadas por el capitalismo.

Entre ellos era feliz. Más respetado por su navaja

que por su pintura tenebrosa.

Feo, católico, sentimental,

pero también macarra malencarado,

tahur tabernario y pendenciero,

más oscuro que el martirio de Santa Úrsula.

Mejor no encontrarse con Marisi en un callejón

a altas horas.

Vagando como loco se le vio

-una naturaleza muerta de antimoniato de plomo-

manchado con el amarillo napoleto,

albayalde de carbonato o tetróxido de azarcón,

corriendo por la bahía.

Hay otros evangelios. Los apócrifos

dicen que los españoles

se repartieron sus ropas y sus cuadros,

uno para cada infante,

y se lo echaron a suerte a los dados.

                                                                       (Nápoles, 3 de agosto de 2019)


UN ENSAYO DE DEFINICIÓN

Tú y yo somos dos islas

de la misma ensoñación marina.

Tú te ignoras e ignoras que ignoras

tu signo interior, lo que has enunciado,

la circunstancialidad de la que divagamos:

escoria negra sobre blanca sábana,

nuestra íntima mitología de criaturas umbríferas,

lo que hemos querido ser, lo que pudimos:

una tradición propia y una teleología del deseo.

Tú eres centro de tu centro

y no obstante mi venero, el centro mío.

Tú eres centro de tu periferia

y periferia de tu centro,

la feraz frontera de un piélago dizque centrífugo.

Yo fabulo con tiento y tú fabulas

que fabulo un ensayo de definición

– y no espante que a tal se atreva

la lengua ruda- por ser lo único que puedo:

elísea, bienaventurada, esdrújula hespéride,

atlántida, poma áurea o remota sima

de las górgades, locus asaz extremus

en los confines de la tierra y por ello

edén nocturnal de tinieblas,

susurro de algas y miasmas,

la escondida senda paradoxográfica.

Tú eres la encubierta,

aprósitus incorpórea,

la inédita non trubada.

Yo soy el reflejo del reflejo

de una sombra que me asombra,

una lejana isla de las maldiciones

en el sonoro océano tenebroso:

a veces dogal no sé si gargantilla.

Tú eres mi fuente, mi roca, mi cumbre,

mi cuna y mi fosa,

mi almendro o tal vez mi horca: todo lo acaba la malandanza


El ESPEJO MÁGICO Y LA ESCRITURA ABOMINABLE

Cuando ya no quiera ver

la cara sino visualizarla

en el espejo táctil del computer

porque en el liquid cristal display

vislumbra el poema que está escribiendo,

permanece joven, mentalmente

ágil, con la inspiración intacta,

incluso hermoso, sin mácula

ni rosácea.

Quieran los hados que no envejeciera

con una extraña expresión

producto de actos crueles y horrendos,

y joven se conservara el retrato,

que la perfección de sus rasgos

permaneciera sin tacha

y que yo cargara con el peso

de pasiones y pecados.


LA MUJER DEL TIEMPO

Ella es la mujer del Tiempo,

benedettinamente flaca,

y yo un lluvioso profesor de Lengua,

diacrónico, las más de las veces ucrónico,

horacianamente anacrónico.

Hemos acordado

no tratar la pertinaz sincronía

ni el fugit irreparabile tempus,

aunque un campo semántico se me ocurre

y algún discutible hiperónimo.

Yo la deletreo en el telediario

mientras ideo el almuerzo de dos.

Estudiamos juntos pero olvidó la Didáctica

por la Meteorología.

Por eso me escuece, carajo, cuando me llama veleta

y panza de burro.

No le exigieron titulación singular.

Deseaban una figura

que ruborizase la palidez de los mapas,

que optimizara el climograma del continente

en el que cronométricamente resido.

No contaron, imbéciles,

con su delicuescente influencia sobre las mareas,

con la funesta erosión que provoca

en las tierras su cercanía,

con los temblores de cordilleras

por la sedosa proximidad de sus piernas,

el devastador tornado al girar su telúrica cintura,

las geometría isobárica de sus pechos.

Su pronóstico habla de mí

cuando detalla las fibrilaciones del tiempo.

Es indudable que en su predicción son mías

las crisis hipertensivas

y que las perturbaciones del barómetro

en las regiones cálidas o húmedas

se refieren a mi anatomía.

En general, durante la mañana parezco

reflexivo, con predominio de cielos claros

o con intervalos nubosos, ansioso,

que remiten a partir de las primeras horas de la tarde.

Pero no es descartable la existencia de precipitaciones débiles,

o frente frío, si demora su llegada, o explosiva ciclogénesis

si se pierde la señal.

No obstante, presumo de temperaturas sin cambios,

o con ligero aumento de las mínimas al caer la noche,

cuando mi anticiclón de las Azores convierte

en fuego fatuo la tarosada, en fata morgana

la ventisca y la marejada del día.


Federico J. Silva (Las Palmas de Gran Canaria, 8 de marzo de 1963) es licenciado en Filología Hispánica y profesor de Lengua Castellana y Literatura. Ha publicado nueve libros de poesía y uno de prosa y obtenido el Premio Hispanoamericano de Poesía “Dulce María Loynaz” 2004, concedido por la Viceconsejería de Cultura del Gobierno de Canarias y el Premio Literario de Poesía “Tomás Morales” 2004, otorgado por el Cabildo de Gran Canaria y la Casa Museo Tomás Morales. De 2000 a 2003 ejerció de profesor de español en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, y de mayo de 2004 a octubre de 2006 trabajó en los medios de comunicación, primero en el periódico El Mundo-La Gaceta de Canarias y posteriormente en la Agencia Canaria de Noticias (ACN Press). Entre sus publicaciones se encuentran, El crimen perfecto (Anroart Ediciones, 2005), recopilatorio de sus primeros cinco libros, Donde menos se piensa salta el gatoliebre (2005), Este hombre que está junto a ti al borde extático del precipicio (2005). Era Pompeia (2005 y 2012), Palabrota poeta (2014), la antología de toda su poesía amorosa Una mujer en todo el cuerpo (2015) y la novela Las calmas aparentes, 2015.

Créditos de la fotografía: Ana Saavedra

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