“Ver lo que no se ve. La pintura y la poesía de Manuel Padorno” Por Octavio Pineda

"La pintura y la poesía de Manuel Padorno nacen de un ritual construido sobre cinco etapas de la creación" Octavio Pineda
Manuel Padorno en el estudio de Cairasco, 1987 (Fotografía: Familia Padorno Betancor)

Presentamos en la Revista Trasdemar un ensayo de Octavio Pineda (Las Palmas de Gran Canaria, 1979) Doctorado en Literatura Latinoamericana por la Université Tolouse-Jean Jaurès y en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universitat Autónoma de Barcelona. Compartimos su ensayo dedicado al “ritual construido sobre cinco etapas de la creación” de Manuel Padorno (1933-2002)

La obra intensa y heterogénea de Manuel Padorno puede y debe entenderse siempre por el afán de búsqueda permanente que ejerció a lo largo de sus años. Un impulso creativo cuyo objetivo orbitaba alrededor de una premisa: “entender un poco lo invisible”

OCTAVIO PINEDA

En la exposición Manuel Padorno. Un oficio indecible, instalada entre septiembre y diciembre de 2019 en el Espacio Cultural CajaCanarias de Santa Cruz de Tenerife se volvió a poner de relieve, tras varios años de ocultamiento, la obra pictórica de Manuel Padorno, una actividad que desarrollara en paralelo a la creación poética, pero que de forma incomprensible ha ocupado un plano secundario para la crítica. Comisariada por Álvaro Marcos y por Patricia Padorno, la exposición reafirmaba el interés de la Fundación CajaCanarias por visibilizar a un artista fundamental para la cultura insular. Un interés que también promueve junto a la familia de Padorno, en la publicación de sus Obras Completas, edición de la que acaba de aparecer el “III Tomo”, y último, y que en poco llegará a las librerías de Canarias.

Esta conjugación entre la pintura y la poesía, que comparte con otros artistas canarios de la talla de Juan Ismael o Pino Ojeda, retrata una dimensión artística expansiva, cuyo objetivo residía en descifrar la otra realidad en cualquier de sus formas, incluyendo la música. Un mundo de creación total sobre el que Padorno reflexionara en el breve ensayo “Una lectura distinta del mundo a través de la pintura y la poesía”, incorporado al catálogo de otra célebre exposición: Manuel Padorno 1933-2002, organizada por el Centro de Arte La Regenta con la colaboración del Círculo de Bellas Artes de Madrid el año de su muerte. Dicho texto proviene a su vez del registro de la conferencia Y yo también soy pintor, que impartiría en 1995 en el Centro Atlántico de Arte Moderno.

En aquel breve ensayo Padorno nos abría las puertas de su taller, recorriendo las distintas etapas de su creación. Un orden nada caótico que el artista lograría dominar después de años de oficio, quedando prescrito en cinco huellas que bautizara con nombres de claro perfil padorniano: cercarse, acoso, merodeo, demora, y nomadeo.

El primer paso “surge de la necesidad de atajar la catarata de imágenes que inunda por todas partes los sentidos y el conocimiento”. Bautizado como cercamiento, tiene similitudes con la epojé  de la fenomenología. El artista desaloja el material anexo, aligera lo circundante, hasta asumir la necesidad purificadora que también reclamaran los místicos. El acoso se activa en la fase siguiente, donde se dilucida una mirada inquisidora ante las imágenes, trazos o siluetas que se nombran en el nuevo territorio. “Estamos como oliendo el origen misterioso de un perfume, racionalmente entontecidos”. Acaso, entonces podemos ser testigos del primer atisbo del material, o mejor nombrarla como materia, que se irá modelando en las sucesivas etapas.

Bien es cierto que estas primeras “normas” no reflejan directamente la creación, puesto que su dimensión intelectual las aleja del papel y del lienzo. Su objetivo se podría resumir quizás en la necesidad de confluir en un mismo camino el pensamiento y el impulso inspirador. Significaría tanto el instante previo a la reflexión, como la pura reflexión. Etapas de filtrado y de enfoque obsesivo que el creador asume para reivindicar lo que uno es y lo que quiere decir.

Tras la contención del cercamiento y del acoso, se produce el primer borrador, para el que Padorno reclama una mirada de prudencia: el merodeo. Un deambulaje que interroga lo creado desde otros ángulos. Baile en forma de espiral alrededor de la obra naciente, donde el eje es exclusivamente el artista. Un procedimiento que autentifica lo hecho y lo deshecho.

En el merodeo “comenzamos a ver algo que no sabemos bien qué es todavía, pero ya tenemos una cierta certeza: por lo menos lo estamos viendo, lo estamos palpando”, apunta Padorno. Se cuestionan los enclaves y los repoblamientos, buscando, en última instancia, “ver lo que no se ve”.

Ante el tanteo artístico, cualquier acción o reacción acarrea el obligatorio distanciamiento, es decir, la demora. Parte indispensable de cualquier creación, principalmente para quienes buscan frecuentar la poesía o la pintura sin dar pie a una enriquecedora autocensura. Padorno deja fermentar la obra: “queremos aprehender algo bien, naturalmente sin saber qué es, y tememos precipitarnos, tememos quebrarlo, tememos que se disipe”. De este modo formula una poética de la paciencia, no de la intensidad o del impulso, sino del cuestionamiento.

Esta decantación, que determinará el grado de certeza de lo creado, anuncia la despedida: el nomadeo, con el que se alcanza el desprendimiento final. Cuando la obra deja de pertenecer, cuando termina el ritual y se apaga el taller, cuando el poema se desaloja y fluye a otros lugares: “ya tienes el pájaro invisible en la mano, ahora debes soltarlo y seguir su vuelo por el espacio infinito… hasta que llegue y se pose afuera”.

Ahora bien, este instante coincide, afortunadamente, con la experimentación de un nuevo cercamiento. Padorno accede a la conclusión inconclusa, el final que desembocará inevitablemente en otro principio. Ese lugar donde el artista vuelve a retomar el ritmo de la creación, recomenzando así el ritual.

El testimonio de estas cinco fases reconstruye un imaginario propio y universal, donde se conjuga el eco del poeta y del pintor. Traza una radiografía del yo creador, que de forma indirecta incita a la lectura del “Tomo III” de las Obras Completas, un material dedicado al material inédito de Padorno con el que se podrá entender de forma panorámica en el futuro todo el carácter creativo del artista, y en cierto modo “ver lo que no se ve” de su creación. Puesto que se constituye sobre textos que no llegaron al nomadeo y se quedaron en las últimas fases de merodeo, o de la demora. Fases de tránsito pobladas de textos que aún laten, para muchos creadores.

En cualquier caso, la obra intensa y heterogénea de Manuel Padorno puede y debe entenderse siempre por el afán de búsqueda permanente que ejerció a lo largo de sus años. Un impulso creativo cuyo objetivo orbitaba alrededor de una premisa: “entender un poco lo invisible”, como señalaba en una entrevista realizada por Juan Cruz en el año 2000, donde desnudaba toda su poética:

“¿Cuándo no escribes también eres poeta? Bueno, no lo sé. Yo pretendo ser un hombre normal. Para mí, ser zapatero, por ejemplo, periodista o alfarero tiene un misterio… que a mí me ha enseñado mucho… o ser pescador. Un día un pescador me enseñaba por dónde entraba el viento. Y le dije: pero Frasquito, yo no veo ese viento que dice usted que entra y si no sale de ahí no pueden salir a pescar. Y me señalaba un sitio y me decía: No lo ves ahí donde rompen las olas, si ese viento no se echa afuera, no podemos salir a pescar. Esto era en La Puntilla, y él veía el viento, y entonces es cuando yo empiezo a comprender lo invisible, a entender un poco lo invisible. Lo invisible, que para ese pescador era absolutamente visible”.

Este texto apareció con alguna adaptación en el Suplemento Cultura de La Provincia / Diario de Las Palmas el 12 de diciembre de 2019


Octavio Pineda (Las Palmas de Gran Canaria, 1979) Doctorado en Literatura Latinoamericana por la Université Tolouse-Jean Jaurès y en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada por la Universitat Autónoma de Barcelona. Fue lector de español en la Université Toulouse-Jean Jaurès de Francia, y en la Universitatea Babes-Bolyai de Rumanía, y profesor de lengua y literatura en la enseñanza secundaria, en Gran Canaria.

Actualmente trabaja como Técnico de Patrimonio Histórico, en el área de Patrimonio Mundial del Cabildo de Gran Canaria. En su etapa universitaria participó en la fundación de la revista Calibán, de la ULPGC, donde colaboró entre 1999 y 2002. Tras su traslado a Francia, en 2008 publica su primer libro de poesía: bersos, galardonado con el VII Premio de Poesía Domingo Velázquez, del Cabildo de Fuerteventura. Un año más tarde, en 2009, gana el accésit del premio de poesía INJUVE, con la obra amasijos conversaciones y otras ciudades. Un poemario que fue publicado en 2011 en una edición ampliada por La Página Joven.

Nuevamente, en el año 2016 se le otorga el premio Pedro García Cabrera de Poesía, por su obra ¿Qué piensa el león del horizonte? Decalcomanías y otros poemas, que fue publicado en 2017. Ha sido incluido en la antología Y como eramos pocos (2001) sobre nueva poesía canaria, en la revista mexicana Circulo de Poesía, dentro del dossier “Muestra de poesía canaria”, y en la antología Sin mar por medio (2020). Asimismo, ha publicado en revistas de las Islas Canarias y de Latinoamérica, como Nu2 de Lanzarote, la revista Nómada, de Argentina, las revistas online La Otra y Nexos, de México, Raíz Invertida, en Nicaragua, así como las revistas web Papirucucus y Nexo de Tenerife. Es colaborador del suplemento “Cultura” de La Provincia. Diario de las Palmas.

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