Memoria de “Liminar”. Por Juan-Manuel García Ramos

Juan-Manuel García Ramos. Escritor, catedrático de Filología Española de la Universidad de La Laguna y miembro de la Academia Canaria de la Lengua. Fue fundador y director de "Liminar" Revista de Arte y Literatura (1979-1986)
Imagen de Carlos A. Schwartz
Imagen de Carlos A.Schwartz

Presentamos en la revista Trasdemar la primera entrega de una serie dedicada a la tradición de las revistas literarias insulares. En este homenaje a “Liminar” Revista de Literatura y Arte (1979-1986) el autor Juan-Manuel García Ramos nos ofrece un vivo recordatorio de su itinerario histórico

Fue Liminar un escalón más de nuestro aprendizaje, un espacio para querer y odiar, en cierta forma, la tarea literaria a la que todavía seguimos aferrados para bien o para mal.

JUAN MANUEL GARCÍA RAMOS

Recobro la memoria de Liminar, una revista editada en Tenerife durante siete años (1979-1986) en la que participaron algunos escritores, profesores e intelectuales de distinta procedencia a lo largo de veinticuatro números.


En ese trabajo estuvimos en labores de dirección al lado de Juan Pedro Castañeda y acompañados por el arquitecto y fotógrafo Carlos A. Schwartz (primera época), Ángel Sánchez, Bern Dietz y Kevin Power, asesorando desde el Archipiélago, y Guillermo Sucre (desde Venezuela), Héctor Libertella (desde México y Buenos Aires), José Batlló (desde Barcelona), Santiago Amón y Daniel Moyano (desde Madrid) y Emilio Sánchez-Ortiz (desde París). Se incluyeron en las páginas de Liminar todos los géneros literarios y la crítica de arte, con un espíritu abierto, sin estrictas orientaciones estéticas, aunque seleccionando el material publicado de acuerdo a su calidad.


Autores como Juan Carlos Onetti, Carlos Germán Belli, Philippe Sollers, Luis Feria, Rafael Arozarena, Guillermo Cabrera Infante, Rose Ausländer, Basil Bunting, Arturo Maccanti, Gonzalo Rojas, Isaac de Vega, vieron traducidas sus creaciones o dieron a conocer obra inédita en sus páginas, entre otros muchos nombres.
Además de la literatura y el arte, la filosofía, la sociología, la arquitectura, la fotografía y la cinematografía, fueron también disciplinas tratadas a lo largo de la vida de Liminar.


En el contexto de la vida cultural del archipiélago canario, Liminar se sitúa entre la época de Fablas y la vigencia de Syntaxis, siguiendo esa tradición de “relevos” tan frecuente en el espíritu insular, desde los tiempos de las hojas semanales manuscritas que don José de Viera y Clavijo garabateara durante los años lejanos de 1758 y 1759 en La Laguna de entonces hasta nuestros días.


Ese itinerario de nuestras publicaciones periódicas culturales ha sido analizado con esmero por nuestro colega Salvador Martín Montenegro en el primer número (1996) de Cuadernos del Ateneo.
En las páginas redactadas por Martín Montenegro, uno se sumerge en esa suma de pasiones y de dificultades que suele entrañar la fundación y el sostenimiento de cualquier órgano de expresión periódico. La cohesión intelectual de los colaboradores, los acuerdos y los desacuerdos sobre el formato del producto, el eterno combate contra las primeras y las segundas pruebas en un periodo precibernético, las malditas e indispensables dificultades económicas, las crisis de toda índole, la rivalidad con empresas de objetivos coincidentes o disidentes.


Siempre la misma historia de ruido y furia aplastada por el tiempo y por las inevitables sucesiones. Sin embargo, desde las inquietudes de Viera y Clavijo, en Canarias las revistas de orientación literaria, artística o científica en ciertos casos han ejercido una influencia sobre la sociedad de dimensiones excepcionales.


Tengo predilección por los momentos representados por la Revista de Canarias, editada en La Laguna y Santa Cruz de Tenerife entre los años 1878-1882, y, cómo no, por los avatares vanguardistas de Gaceta de arte (1932-1936), tan celebrada, tan manoseada a veces.
Al margen de esos episodios, cuando recorro los índices de Liminar todavía me reconcilio con algunas líneas de trabajo y siento alegría por otras experiencias personales. Entre ellas, la de haber contado en Liminar con la colaboración directa de firmas como las de Domingo Pérez Minik o Eduardo Westerdahl.
Si uno se para a pensar un poco, todas las revistas literarias insulares de nuestro exhausto siglo son deudoras de Gaceta de arte, de su ejemplo de rigor, de permeabilidad a los asuntos del mundo; deudoras del desenfado de sus principales promotores ya citados, de sus afanes por reconciliar artes de todos los linajes.
Por otra parte, en Liminar están las primeras críticas de Fernando Castro y Carlos Díaz-Bertrana sobre la generación plástica de los años setenta, los Fernando Álamo, los Juan José Gil, los Ernesto Valcárcel, los Gonzalo González.

Portada Revista “Liminar”


Repaso asimismo la sección “Escrito en África”, un espacio dedicado a la literatura africana redactada en inglés por los pueblos de la Commonwealth, donde figuraron autores como la sudafricana Bessie Head; los ensayos de Juan Marichal, Ramón Trujillo, Jorge Rodríguez Padrón (dándonos una versión imprescindible sobre el Modernismo en Canarias),Gabriel Bello, Ángel Mollá, Diego Romero de Solís, Kevin Power (sobre la vanguardia artística americana), Santiago Amón (hablándonos con anticipación del dichoso postmodernismo que a todos nos acomete) o Daniel Moyano (tan cerca de una obra como la de André Malraux); leo con placer la entrevista de Fernando Galván Reula a un Salman Rushdie pre Versos satánicos, o la introducción en España de la figura de Christa Wolf por parte de mi amiga Rita Gnutzmann. Noticias tempranas de Naipaul, Handke, Kundera (cuando no estaba aún de moda).

Encuentro todavía útiles nuestros monográficos sobre la obra de García Márquez, sobre el papel de los intelectuales (Aranguren, Max Gallo, Racionero, Héctor Libertella), sobre el placer de narrar (Sarduy, Moreno-Durán, Alemany, Sánchez Ortiz…).


Fue Liminar un escalón más de nuestro aprendizaje, un espacio para querer y odiar, en cierta forma, la tarea literaria a la que todavía seguimos aferrados para bien o para mal. Con los años, sólo crece el escepticismo frente a todas las cosas, incluso frente a la literatura, que algunos se empeñan en confundir con un ejercicio de modernidad permanente sin caer en la cuenta de que esa disciplina no tiene más que una razón de ser: salvar a quien la hace del disgusto de vivir (Huysmans). Hasta del disgusto de editar una revista literaria durante siete años.

Texto cortesía del autor para Trasdemar, presentado en el Centro Insular de Cultura del Cabildo de Gran Canaria con motivo de un debate sobre las revistas literarias insulares publicadas en las décadas finales del siglo XX


Juan-Manuel García Ramos. Escritor, catedrático de Filología Española de la Universidad de La Laguna y miembro de la Academia Canaria de la Lengua. Ha sido vicerrector de la Universidad de La Laguna, consejero de Educación, Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias y presidente de la Comisión de Educación y Cultura del Parlamento de Canarias entre 1995-1999 y 2015-2019, actualmente sigue siendo diputado en esta legislatura 2019-2023. Tiene publicadas cinco novelas, Bumerán (dos ediciones, ambas en 1974)), Malaquita (dos ediciones, 1980 y 1991), El Inglés. Epílogo en Tombuctú (tres ediciones, 1991, 1997 y 2010), El guanche en Venecia (dos ediciones en Artemisa Ediciones y una tercera en Baile del sol, en 2011 y 2014, respectivamente) y El zahorí del Valbanera (2013) –con las primeras de esas novelas obtuvo el Premio Benito Pérez Armas en 1980 y el Premio al mejor libro publicado en Canarias en 1991−.
Y tiene, además, publicados una treintena de trabajos críticos donde prevalecen sus preocupaciones por la literatura hispanoamericana contemporánea y por autores como Colón y sus primeras impresiones del Nuevo Mundo, José Eustasio Rivera, Onetti, Borges, Neruda, García Márquez, Manuel Puig, a los que se suman sus estudios y proyectos de investigación y editoriales sobre lo que él mismo ha definido como la Atlanticidad, esa comarca cultural oceánica donde dialogan pueblos y culturas de distinto origen. Con su libro Por un imaginario atlántico, prologado por don Antonio Rumeu de Armas, obtuvo el Premio «6 de Septiembre» de Investigaciones Americanistas, en su edición de 1995, convocado por el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias. En la actualidad codirige la colección institucional «Biblioteca Atlántica». Por la fundación y dirección de la Biblioteca Básica Canaria le fue concedido en México, en 1997, el Premio Internacional «José Vasconcelos». En 2006 obtuvo el Premio Canarias de Literatura, el máximo galardón de las letras insulares, por el conjunto de su trayectoria creativa, crítica y docente.

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