“Vita Christi” de Bartolomé Cairasco de Figueroa. Por José Miguel Perera

Trasdemar publica un nueva reseña de nuestro colaborador José Miguel Perera (Arucas, 1978) Doctor en Filología Hispánica por la ULPGC. Poeta, investigador, crítico literario y profesor.
Portada cortesía de Ediciones Tamaimos

Presentamos en la Revista Trasdemar la reseña de nuestro colaborador José Miguel Perera dedicada al libro “Vita Christi” de Bartolomé Cairasco de Figueroa (1538-1610). La novedad editorial de uno de los fundadores de la literatura canaria, corresponde a la publicación realizada por Ediciones Tamaimos y será presentado el próximo jueves 26 de mayo, a las 19:30 horas, en la Biblioteca Insular de Gran Canaria. Para ello, estará presente el autor de la edición, el investigador Antonio Henríquez Jiménez, al que acompañarán Luis Regueira Benítez y Juan Ramón Gómez Pamo, ambos investigadores y bibliotecarios de El Museo Canario.

La serie de poemas que enfocamos parece que quiso ser editada, una vez fallecido el canónigo Cairasco, por su albacea, que lidió reiteradamente con la familia del humanista a lo largo del siglo XVII

Desde hace unos cuantos años Ediciones Tamaimos se ha propuesto, en la medida de sus limitadas posibilidades, la atrevida acción de rescatar la obra de Bartolomé Cairasco de Figueroa (1538-1610), autor fundacional de la literatura canaria y figura significativa del panorama literario hispánico de la segunda mitad del siglo XVI. Lo ha hecho con el lanzamiento público de la diacrónicamente ausente e ignorada Comedia del recibimiento que se hizo al obispo don Cristóbal Vela, año 1576 (2019) y, a continuación, con su Teatro hasta ahora conocido, editado en 2020 y presentado hace menos de un año en un generoso tomo que inserta –además del escrito anterior mejorado– sus otras cuatro obras dramáticas, prácticamente inencontrables (a excepción de la difundida Comedia del recibimiento al obispo Rueda) desde que Alejandro Cioranescu las diera a la luz, como inéditas, en 1957.

            Es en este contexto de la colección Náufragos de rescates, en la editorial insular, y específicamente con la resurrección emprendida a comienzos del s. XXI de los escritos de Cairasco de Figueroa (por los que ni siquiera las instituciones del Archipiélago han amagado voluntad ni empeño), donde hay que entender la buena nueva de esta otra novedad que ahora aproximamos: Vita Christi. Poema. El libro entra por los ojos ya que ofrece una portada de original y llamativo corte, sello de la casa, diseñada por el maquetador Sergio Hernández Peña, quien con estas imágenes creativas de cubierta ha hecho inconfundibles todos los volúmenes de Tamaimos, y particularmente los del religioso canario.

            La trascendencia aludida de Bartolomé Cairasco, más que nada si ejercemos el compromiso de vida desde las realidades insulares, estriba en múltiples factores, entre los que hay que subrayar sus curiosos jeitos dentro de la tradición literaria en español. Sin embargo, estas tendencias estéticas son inseparables, en su específica poética, de variados elementos históricos, culturales y –sobre todo– teológicos, pues este arte verbal es declaradamente inentendible sin los temblorosos y polémicos debates religiosos occidentales que se mueven, con resaca medieval, a través del siglo XVI. Concretamente para Canarias, Cairasco y sus escritos se nos muestran como elocuentes piezas conectadas a fondo con los primeros tiempos de existencia del cristianismo y la Iglesia en el archipiélago atlántico.

            Así, el poema largo Vita Christi es una muestra tangible y representativa de buena parte de los procederes cairasquianos. La edición vuelve a estar preparada por el incansable investigador Antonio Henríquez Jiménez, una de las personas que –en los últimos años– más tiempo ha dedicado a desentrañar las características, las fuentes y los detalles que recorren la letra del también músico y traductor enterrado en la catedral de Las Palmas. Si bien las aportaciones de Henríquez Jiménez son profusas –en esta y en las anteriores ediciones–, regadas de datos y vericuetos críticos de variada enseña (como pueden ser, pongamos por caso, las conexiones con las otras obras de Cairasco), también es cierto que gracias a ellas consigue afinar sobremanera la fijación de sus textos, salpicados de descuidos y lecturas fáciles en las contadas ediciones anteriores. Además, se une a todo ello el atinado criterio de colocar el aparato crítico al final de la propia obra, de tal forma que los poemas aparecen limpios para cualquier lector interesado, con su apartado ulterior de notas para el especialista o para quien desee profundizar.

            La serie de poemas que enfocamos parece que quiso ser editada, una vez fallecido el canónigo Cairasco, por su albacea, que lidió reiteradamente con la familia del humanista a lo largo del siglo XVII. El resultado es que esta y otras obras (también una de las versiones conservadas de la Esdrujúlea, el próximo, esperado e inédito tomo que Tamaimos presentará, en principio, durante 2022) quedaron en posesión de su sobrino Fernando del Castillo, vía a partir de la que Agustín Millares Torres –uno de los máximos vivificadores históricos de la llama escritural cairasquiana– da a conocer por vez primera, a finales del XIX, esta serie de doce poemas sobre la vida de Cristo, y que reproduciría Cioranescu en 1982 en una edición de un texto del historiador decimonónico.

            La Vita Christi es un pertinente y ajustado volumen para introducirse, cual pequeño sorbo, en la ancha producción de Bartolomé Cairasco. En él se seleccionan, por significativo pasaje piadoso o gusto personal del autor, características escenas de la vida de Cristo que se narran con las maneras rítmicas de su cadencioso estilo, mayormente endecasilábico (versos de once sílabas) y especialmente en octavas reales, su estrofa más practicada: nacimiento, ángeles y pastores, circuncisión, adoración de los Reyes, huida a Egipto, bautismo, transfiguración, negación de san Pedro (uno de los cantos más largos), azotes, corona de Cristo, cruz a cuestas y Vexilla Regis.

Numerosos son los hilos que podríamos desandar de todo lo que allí se menea, pero por señalar algo de relativo aplomo y significado enfocamos los subrayados que se hacen a la hora de describir el nacimiento y la vida de Jesús en un contexto de humildad y pobreza sumas; valores humanos que contrastan con la pompa, los intereses egoístas y soberbios de los poderosos, injustos y opresores, sean de aquellos primitivos tiempos o sean de otros periodos más cercanos a las centurias de la existencia vivida por el escritor. De hecho, uno de los tantos aspectos llamativos de su obra completa es la lectura que Cairasco materializa –como estudiamos hace ya casi dos décadas– sobre el antiguo aborigen de las Islas, al que califica con similares términos y valores a los aplicados a Jesucristo y a los santos en su obra fundamental, Templo militante, magna colección en verso de vidas de santos o flos sanctorum.

            Otro ejemplo grave de los significados contenidos en Vita Christi se puede observar en el canto noveno sobre los azotes, escrito totalmente en rima esdrújula, sello corpoescritural al que ha quedado asociada –hasta el presente y desde mucho antes de morir– la escritura de nuestro poeta fundador. Más allá de las salpicadas ideas que pudiéramos expresar en torno a Cairasco y este tipo de acento y rimas, quisiera tan solo señalar un pizquito de las relevancias retóricas de estos gestos sorpresivos del humanista canario. Escuchemos con detenimiento esta estrofa del canto aludido:

Levanta el par cismático

la dura mano herética

con el azote riguroso, aspérrimo,

y bájala temático,

y con furia frenética,

sobre el cuerpo santísimo pulquérrimo.

el golpe es tan acérrimo

y la fuerza tan válida,

que ya la sangre cálida

comienza a jaspear la nieve alpínea.

Y la gota sanguínea

con el fino rubí va pareciéndose,

que sobre esmalte blanco va poniéndose.

            ¿Se percibe adónde llegan las formas ortofonéticas, sus marcados acentos peculiares? El canónigo, en este poema de la Vita Christi, nos hace sentir en nuestra propia carne finita, a través de la música tosca y propulsiva de las palabras esdrújulas (entremezclada con la expresionista imagen de la roja sangre sobre el pulcro blanco), los insufribles azotes sobre el cuerpo de Cristo. Y esta es solo una punta de muestra de las mañas excelentes y sustanciales que –de la literatura de Bartolomé Cairasco de Figueroa– podemos disfrutar en el singular libro presente.

            En otro sentido, creemos que el conocimiento de esta reducida pero importante obra ayuda a pensar sus conexiones con todas las otras producciones que gestó. Así lo piensa el propio editor Henríquez Jiménez que, con indefectible atino, se plantea si acaso el proyecto de este libro no sería un ensayo general del grancanario en el que calibró las posibilidades verbales y los esquemas creativos de los innumerables textos que conforman el Templo militante. ¿Fue entonces anterior a su gran obra? ¿O acaso posterior, remate tras el inacabable calendario poético de santas y mártires? ¿Cuánto hay de similitudes y de analogías entre esta y los otros engendros de Cairasco?

            La edición incluye como “Apéndice” un poema del reconocido poeta cordobés Luis de Góngora: “En una fiesta que se hizo en Sevilla a san Hermenegildo”, de 1590. ¿Para qué? Para que el lector pueda leerlo de primera mano y contrastarlo con los textos del canario en este Vita Christi, pues Antonio Henríquez Jiménez detecta evidentes conexiones entre uno y otros. Lo que ya no es tan nítido es cuál se escribió primero… Pudiera ser un texto de Góngora que Cairasco postreramente conociera; pero con el mismo peso interpretativo pudiera ser que este proyecto del canario fuera relativamente temprano y haya sido enviado a sus amigos sevillanos (Cairasco pasó no pocos años de estudio en la Península, específicamente en Andalucía), que luego difundirían. Quizás el lector ajeno a la literatura vea –por múltiples motivos de diversa índole– esta segunda opción menos posible; aunque es la que enfilaría más acorde con lo que afirmaba hace ya bastantes años el filólogo catalán José María Micó, tras la sugerencia leída previamente en Dámaso Alonso: que una parte de la poesía de Luis de Góngora sería inentendible sin la influencia de determinados poemas del siempre sorpresivo escritor canario Bartolomé Cairasco de Figueroa.

            Desde mi humilde y particular perspectiva, y desde nuestro enfoque de entendido en literatura, concretamente de la realizada en Canarias, sospecho que la comunidad cristiana de estas Islas podría enriquecer su encarnada experiencia humana a partir del conocimiento de la historia de la literatura canaria, sobre todo desde sus orígenes hasta finales del siglo XIX, periodo en que los lazos entre literatura y religiosidad son muy significativos. El caso de Cairasco es, probablemente, el más evidente.

La lectura de Vita Christi, como hemos palpado panorámicamente aquí, en definitiva, es una oportunidad sencilla, económica y seria de adentrarse en la escritura del primer poeta y dramaturgo de nombre conocido en este lado atlántico del mundo. Si a esto sumamos los quilates de todo tipo que en su literatura afloran y las conexiones directas que estas propuestas tienen con el ámbito religioso de su época, estamos totalmente seguros de que sus doce cantos serán del mayor interés para nuestros atentos lectores.


[Este texto fue publicado previamente, con algunas pequeñas diferencias, en el n.º 68, de diciembre de 2021, de la revista Almogaren. Revista del Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias, Gran Canaria, ISTIC].

Deja un comentario