“Los conspiradores” Poemas de Sergio García Zamora

Sergio García Zamora (Cuba, 1986) Foto de archivo Emisora CMHW (Villa Clara, Cuba)

Presentamos en la Revista Trasdemar una muestra poética del autor Sergio García Zamora (Cuba, 1986) Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Central «Marta Abreu» de
Las Villas. Autor de más de una docena de poemarios, es Fundador del Grupo Literario «La estrella en germen». Ha obtenido numerosos premios literarios, los más recientes son el XXXIX Premio Internacional de Poesía Juan Alcaide, Editorial Verbum (2020 ) y el Premio de Poesía Blas de Otero Villa de Bilbao.

Dime para qué pasamos las manos

sobre las fotografías y los mapas,

sino para leerlos.

Cuando nos tocamos sin vernos, somos libres.

Tocar es leer al otro. Leer es tocar al otro.

Escribir es la cópula de los ciegos que prescinden de hablar.

SERGIO GARCÍA ZAMORA

LOS CONSPIRADORES

I
Están en un café o en un teatro.


Fuman en la terraza blanca de un hotel. Fuman en los cuartos para estudiantes. Acaban de entrar apurados al metro. Acaban de salir más apurados del metro. Están en las plazas de cualquier ciudad y en las ciudades de cualquier país. Tienen los mismos oficios que el resto de los hombres.


Cuando alguno se entrega al mundo, otro lo sustituye allá en la sombra.


Los periodistas les preguntan con el afán de los torturadores:


¿Qué es la Poesía?

Entonces sonríen como los torturados. Entonces se limpian la sangre de la boca antes de responder lo mismo:


Que nunca han visto el Rostro ni los rostros. Que ignoran los nombres de quienes marchan con ellos. Que no conocen la naturaleza de su causa. Que olvidaron su causa y por qué la siguen. Pero sobre todo:


Que jamás podrán dejar de seguirla.

II
El que escribe y el que lee conspiran.


¿A favor de quiénes conspiran? ¿En contra de quiénes conspiran? Hijos de conspiradores y padres de conspiradores, nunca han dejado de conspirar. Hay hermanos en el mundo que no han visto; hermanos que hablan otras lenguas y en otras lenguas cifran la conjura. El Espíritu habla todos y por todos los idiomas. El que escribe y el que lee han sobrevivido


al encarcelamiento,
a la desaparición forzada,
a los trabajos forzados,
a la tortura,
a la horca,
a la guillotina,
a los campos de concentración,
a las cámaras de gas,
al bombardeo de las ciudades,
a la quema de libros y de autores,
al exilio.


Los conspiradores han sobrevivido porque es inmortal la conspiración. Dueños del secreto sobreviven en el secreto. Se les ve demasiado tristes y demasiado alegres. Los acusan de sectarios. Los acusan de fundar escuelas, movimientos y cenáculos.


Los críticos y los amigos los delatan, pero nadie le cree a un falso delator.

III
Cuando los conspiradores sobresalen, cuando llegan a capitán de capitanes, y no simples cabecillas, son apresados y apreciados por las casas editoriales y los claustros profesorales, son entregados a la Academia para ser juzgados por la Academia.


Siempre los hallan culpables de todos los cargos. Lo escrito y lo leído resulta la mejor prueba de sus crímenes. Lo que han escrito y lo que han leído resulta el único crimen.


La Academia condena a unos al ostracismo, los excomulga, los niega.


La Academia condena a otros a ser miembros de la Academia, a ser cardenales y ministros de la Academia, a ser servidumbre de la Academia. Los unos y los otros quedan felices con sus condenas, porque la condena de la Academia es un premio, es el premio, es un título invaluable y una gracia divina.


La Academia está llena de conspiradores que olvidaron hacer la revolución.

 EL TRAIDOR 

 Cuando vienen a casa los amigos, viene también la Poesía.
 Bebemos de su sangre y comemos de su cuerpo. 
 Hacemos todo en conmemoración de ella. 
 Uno de ustedes va a entregarme, dice, y uno de ustedes me negará tres veces. 
 Uno de ustedes es mi discípulo bienamado. 
 Entonces tratamos de adivinar el futuro a través de un vaso de cerveza 
 o en los restos del cordero devorado, 
 pero seguimos riendo con las mismas bromas. 
 Una bella noche. Una magnífica cena. 
 Para la Poesía todas las cenas son la última cena. 
 Nos abrazamos al despedirnos, pero nadie se besa.
  
 MISERIA DE LA POESÍA

 Un libro es un perro que los poetas abandonan en una editorial. 
 En la editorial lo vacunan, lo bañan y lo peinan, le ponen collar y correa, 
 le cambian el nombre porque ningún perro se llama Marengo. 
 Marengo se llamaba el caballo de Napoleón. 
 Napoleón sí es un nombre de perro, 
 incluso de libro si es la biografía de un perro. 
 Este perro ganó un concurso de belleza como todo concurso. 
 Los concursos literarios son concursos de belleza, nunca de habilidades. 
 Los concursos literarios son concursos de belleza 
 donde gana el perro más hermoso. 
 Aquí lo dejo, dicen los poetas, no me deja dormir. 
 Aquí lo dejo porque me da rabia. 
 Aquí lo dejo porque voy a morirme unos años 
 y no quiero resucitar para llevarlo al parque. 
 En la editorial te hacen firmar tu renuncia a su custodia. 
 Ahora son dueños del animal que es otra forma de ser tus dueños. 
 Pero un día el animal sale por el mundo a buscar sus lectores. 
 Recorre las calles y las plazas, orina contra la Academia y el Museo, 
 escapa de los gendarmes, bebe en las fuentes donde los dioses bebieron, 
 se duerme bajo un banco de la Gran Estación. 
 Un crítico lo descubre: nuestro amigo gruñe y le enseña los dientes. 
 Entonces el crítico sonríe mientras le pasa la mano. 
 Yo te entiendo, le dice, porque eres inocente como el perro de Goya. 
 Goya, pintor de la Corte. Goya, pintor de horrores. 
 Un libro es un perro que los críticos se llevan a casa. 
 Lo toman en brazos como a un fusilado. 
 Yo estoy sordo, confiesa el hombre, pero oigo tu ladrido.
  
 LOS INÉDITOS

 Bienaventurados los inéditos porque se piensan capaces de lo genial.
 Bienaventurados los inéditos porque suyo es el reino de lo posible 
              y el paraíso del poema. 
 Bienaventurados los inéditos que tienen un ángel editor 
             que los protege de sí mismos 
             y no los deja caer en la tentación de la página impresa. 
 Bienaventurados los inéditos que mueren inéditos
             porque irán al limbo en que vivieron. 
 Bienaventurados los inéditos que no han cometido pecado editorial, 
            que no tienen que redimirse por sus faltas literarias, 
            que no tienen que pedirle a la poesía otra oportunidad. 
 Bienaventurados los inéditos porque son inocentes 
            que buscan la bendición de los premios, 
            y a veces el mundo les concede la maldición de los premios. 
 Bienaventurados los inéditos que ansían ser publicados, 
           que ponen su fe y sus obras en ser publicados, 
           sin saber, oh hermanos, 
           que están condenados a publicar.
  
 EL LECTOR 

 Viajaban juntos, pero lo perdieron. Se quedaron hablando solos. 
 El que lee fue arrebatado por un carro de fuego. Está leyendo. 
 El que va a su lado quedó solo, quedó en tierra. 
 La conversación trunca. La conversación como una novia plantada en el altar. 
 El que lee es un profeta. Comunica la revelación de lo que lee. 
 El que lee no muere, no morirá, 
 antes será llevado en vida ante la gracia del altísimo, 
 antes escuchará la palabra del creador.
  
 LOS CIEGOS 

 Los ciegos son lectores perpetuos. 
 Aprenden lo áspero y lo suave, lo pulido y lo filoso. 
 La esencia de las cosas, el ser de las cosas, 
 emerge como un pez hasta la superficie 
 para besarle los dedos a los ciegos. 
 Dime para qué pasamos las manos 
 sobre las fotografías y los mapas, 
 sino para leerlos. 
 Cuando nos tocamos sin vernos, somos libres. 
 Tocar es leer al otro. Leer es tocar al otro. 
 Escribir es la cópula de los ciegos que prescinden de hablar.
  
 LOS PERSEGUIDOS 

 Los perseguidos poéticos sufren más que los perseguidos políticos. 
 Sufren más porque no sufren. 
 Ya no tiene mérito ser un perseguido político: todo es cinismo. 
 Sin embargo, se necesita de un esfuerzo inhumano 
 y de una vocación deshumanizada, 
 para ser un perseguido poético. 
 Los perseguidos políticos huyen del órgano represor del estado; 
 pero los perseguidos poéticos huyen del órgano liberador de la belleza. 
 Los primeros van maniatados a las cárceles; 
 los segundos van maniatados a los recitales. 
 Los primeros quieren fugarse; los segundos se fugan. 
 Los primeros caen a veces abatidos por las balas 
 y tienen la vida del mártir que nadie quiere; 
 los segundos se ponen a salvo apenas oyen los primeros versos 
 y siguen con sus vidas de larga estupidez.

Sergio García Zamora (Cuba, 1986)

Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Central «Marta Abreu» de
Las Villas. Autor de más de una docena de poemarios, entre los que destacan:
Resurrección del cisne (Premio Internacional de Poesía Rubén Darío, Fondo
Editorial del Instituto Nicaragüense de Cultura, 2016); El frío de vivir (XXIX
Premio Loewe a la Creación Joven, Visor Libros, 2017); Diario del buen recluso
(III Premio Internacional de Poesía Gabriel Celaya, Editorial Erein, 2018); La
canción del crucificado (XXIX Premio de Poesía Blas de Otero de Majadahonda,
MACASAR Ediciones, 2018); Los uniformes (III Premio Internacional de Poesía
Jorge Manrique, Editorial Cálamo, 2019); y Los conspiradores (XXXIX Premio
Internacional de Poesía Juan Alcaide, Editorial Verbum, 2020). Fundador del
Grupo Literario «La estrella en germen».

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