Presentamos en la Revista Trasdemar una selección poética del autor Johan Reyes (Caracas, Venezuela, 1999) a quien damos la bienvenida a nuestra revista. Actor y estudiante de cine en la Universidad Central de Venezuela. Ha sido reconocido como ganador del Concurso Internacional de Poesía “Bruno Corona Petit” (2023) y “Descubriendo poetas” (2024), premio del jurado en el certamen Ossi Di Seppia (2023), además de finalista en el séptimo Concurso de Poesía Joven Rafael Cadenas (2022). Sus textos han sido publicados en distintas antologías y revistas literarias como Casa País, Aullido o Vuela Palabra. Compartimos la muestra literaria del autor en nuestra sección “Telémaco” de poesía contemporánea en español
en un mundo de sal hay un niño bobo ahogado en su propia baba que balbucea dentro de mí y balbucea y no se mira y mira sólo una luz incierta la luz en la bruma bobo el niño es bobo balbucea por las noches esperanzado del cielo azul del rezo que cure su cuerpo pequeño su cuerpo inmoral tierno y apetecible para las manos como cualquier territorio penetrado por invasores y el niño se deja se deja y lo tocan y se deja y lo tocan y se deja hay un niño que ve dentro que cambia besos por bramidos y ve y no quieren que lo vean frágil, pero ve la luz de los baños siempre difusa sólo él sabe lo que ha visto y el niño vuelve a llorar de miedo porque sólo él sabe qué y no sabe por qué y se pregunta bobo con el rostro solitario y sigue sin entender por qué y llora entonces al niño le aterra el sol y la luna y las estrellas y balbucea y piensa en el carnaval y en su cabeza nace un mundo feliz un mundo salino porque el de afuera es dulce como la infancia y la lluvia también balbucea y lo demuele y el mundo es nada porque está hecho de azúcar y de niños acabados Adioses Tengo la lengua rajada, como si quisiera partirse en dos. El color se va deshaciendo abajo por el centro hacia la garganta. El médico me hace abrir a boca, mira dentro de ella. Le cuento lo mal que me siento. Un día soñé que tenía un corazón que no era mío. Se queda pensativo. Me dice que abra grande, lo más que pueda. Parece no haber visto a un hombre con la lengua enferma. Entonces le cuento otra historia: estuve de tumba en tumba. preguntando dónde me habían enterrado. El médico llama a su colega. Ambos me miran con ojos severos. Mencionan que la lengua forma parte del sistema digestivo; que puede tratarse de la masticación, la deglución. Escriben en sus cuadernos. Se dicen cosas entre ellos. Me pongo nervioso. La consulta se vuelve algo serio. ¿Ya habían visto el frenillo, el piso de mi boca, sus bordes? Parece una órgano muerto, desgastado, repiten. Yo sigo hablando. El problema es que tengo la lengua llena de adioses. Capón Siempre dejo los testículos guardados bajo la cama mejor en el jarrón para que nadie los note. Aprendí a ocultarlos observando a papá. Él los usaba sólo en casa con mis hermanos con el perro con las costillas de mamá. -Hay que tener cojones, decía. porque el macho tiene el sexo expuesto/desprotegido/vulnerable. La descendencia me pesa. Algún día iré a que me cercenen los genitales a que la hemorragia el dolor agónico excruciante me deshagan la casta como vertiendo leche en el río. Ese día me convertiré en un impotente/eunuco/capón/inepto por mis hijos los hijos de mis hijos que nunca sabrán lo que es caber en un cuerpo en una estirpe de hombres cobardes. El llanto de los árboles Las mujeres de mi vida tienen el llanto de los árboles. Estando ya muertas por un tiempo, el viento las hace astillas, pero en el medio de la selva, al desplomarse, nadie las escucha. la boca de mi padre esconde una navaja es hermosa la boca de mi padre cautelosa se abre albergando frases amables de la casa para afuera sonrisas nuevas otras veteranas el lamento es apenas un rumor la boca de mi padre tiene un aire filoso nadie lo dice se mueve con sus muecas cuando mira el partido de su equipo que no gana cuando nos toca comer hígado con cebolla cuando el calor domina las calles no piensa exhala duro hondo esa boca de cadencias gustosas de fachada pulcra de confianza grácil no sabe decir te quiero entonces mata El veneno en mi boca ¿Se puede escupir hacia arriba? En subida, como el Jet d'Eau . Escupirle a un pájaro, a un avión, a una nube. Situar un punto de saliva en cualquier estrella. Expulsar el desprecio de mi boca como un dardo sin socavar la luz en mi rostro. Lanzo palabras al cielo. Intento que se evaporen antes de pisar la Tierra. Imito grandes fuentes para alimentar las ansias de no seguir escupiendo el suelo que camino. ponerse la vida quizá el remedio no esté en las pastillas ni en la iglesia tampoco en los brujos que dicen que la pena se cura con un baño de rosas tabaco y romero quizá todo sea teñirse el pelo las cejas el bigote perforar las orejas con aros baratos tatuarse frases esperanzadoras deambular callejones dormir con extraños probar la heroína la coca embriagarse hasta quebrarse los dientes quizá veintitrés mayos no han sido suficiente quizá de ese modo al final del tercer acto hasta los muertos sean felices A medias He conseguido una vida en torno a los “medio”: medio acompañada, medio digna, medio feliz; una vida siempre tan apartada de la vida. El charco de agua El charco de agua permaneció largo rato tranquilo, indefenso, como un hombre que no se quita la vida para no molestar a Dios. El charco de agua finalmente se rindió, prosiguió a secarse. Se volvió una mancha oscura sobre la Tierra, como un hombre que no se quita la vida para no molestar a Dios. mi pobre vida todo parece poco siempre tan poco y aun así hay cosas con las que no puedo la familia las aficiones los amigos el presente afuera nunca sé si quedarme quieto en silencio si tirar la cuerda o soñar que en algún punto la vida se vuelve más feliz quisiera que la luz se apague que no canse que no duela hoy el mundo volvió a amanecer feo