“Todo está en el lenguaje” Entrevista a Ernesto Suárez

En la Revista Trasdemar difundimos la actualidad literaria de las islas
Ernesto Suárez (Fotografía de Adalber Salas)

Presentamos en la Revista Trasdemar nuestra entrevista con Ernesto Suárez (Tenerife, 1963) Poeta, editor y crítico literario. Profesor de Psicología social en la Universidad de La Laguna. Su libro más reciente “La habitación china” (Liliputienses) se presenta este miércoles 18 de mayo en Cádiz, dentro del Ciclo Poesía abierta de la Fundación Carlos Edmundo de Ory. El autor estará acompañado de Bea Aragón. Compartimos la entrevista en nuestra sección “El invernadero” de actualidad literaria en Canarias

Así que, aunque el poema arrastre claves personales de experiencia, memoria o autoexploracion, debe trabajar desde el fondo del afuera

ERNESTO SUÁREZ

En noviembre de 2021 aparecen inéditos de “La habitación china” en la prestigiosa revista Vallejo and Company y esta semana se presenta en Cádiz la publicación del poemario en el sello Liliputienses, su más reciente libro de poemas que ya está en librerías

¿Cuál fue la génesis de este trabajo poético con una especial carga autobiográfica?

            El proceso de escritura de La habitación china ha sido muy largo. Dar por cerrado el libro me llevó ocho años, entre 2012 y 2020. La verdad es que nunca tuve un plan de trabajo predeterminado. Escribir poemas siempre ha sido para mí un moverme a ciegas. Sé, por supuesto, que hay quien escribe poesía teniendo muy claro hacia dónde se encamina; que hay poetas que son capaces de reconocer, sin apenas dudas, aquel espacio de reflexión que dejarán escrito antes de anotar, incluso, la primera palabra o la primera frase. La meta viene marcada por lo que quieren decir. Ya digo que no es mi caso. Nunca he tenido esa seguridad, esa certidumbre. Nunca he querido decir algo en poesía. Tampoco soy capaz de hacerlo. Los poemas que consigo escribir son casi siempre resultado de un ejercicio de precariedad. Se van acumulando poco a poco. Quizás, esa carga autobiográfica que se aprecia en La habitación china tenga que ver con el propio transcurso de tiempo mientras se escribía el libro. Voy atendiendo a la escritura misma y parte de esa atención se focaliza simultáneamente en la propia vida, en la memoria durante ese tiempo transcurrido. En La habitación china, el anclaje autobiográfico se dio naturalmente, a partir de la íntima aceptación de que el proceso de escritura en sí mismo constituye una parte esencial del vivir. De mi vivir, al menos.

¿Hasta qué punto su dedicación y trayectoria como profesor de psicología social ha sido determinante para el tema y el objeto de este libro?  

            El título del libro proviene de la denominación de un experimento mental propuesto por John Searle que, descrito de manera gruesa, tiene ver con la relación entre lenguaje, conciencia e inteligencia.  He de decir que decidí que ese fuera el título del libro cuando la mayoría de los poemas ya estaban escritos. Había ido acumulando poemas a lo largo de los años y caí en la cuenta de que muchos orbitaban alrededor de reflexiones sobre los fenómenos de la consciencia, la atención, la memoria y las emociones. Mi formación y mi trabajo académico permiten que esté familiarizado con tales nociones de una manera particular. La forma en que abordo la escrituro poética quizás refleja todo esto pero, siendo sincero, no sé realmente cómo ni en qué medida. Es cierto, en cualquier caso, que mi dedicación a la investigación científica y la docencia universitaria me obliga al manejo de un tipo de lenguaje y ciertas formas de acceder a la información que, a lo mejor,  no resultan habituales para otros poetas. Acaso eso tenga que ver con que algunos poemas del libro reflejen ciertos modos “ensayísticos”.

Desde “El relato del cartógrafo” de 1997 han transcurrido décadas en el desarrollo de su mirada poética, con un anclaje reconocido en la reflexión crítica sobre el devenir de la poesía finisecular en español y la dimensión insular de su propio contexto como autor contemporáneo ¿Podría destacar algunas constantes de su cosmovisión y la forma en que concibe el hecho poético en la actualidad?

            Asumo que pueden identificarse ciertos motivos constantes, algunos hilvanes desde aquellos poemas de El relato del cartógrafo hasta los de La habitación china. Reconozco, sin embargo, que me preocuparía que el trabajo de todos estos años pudiera ser tan predecible, acomodado. Cada vez me interesa menos la poesía acomodada, que la escritura poética resulte pagada de sí misma. Cuando me descubra ahí, muy posiblemente dejaré de escribir. No valdrá la pena continuar. Afortunadamente hay mucha poesía que leer y releer. En cuanto a la idea de cosmovisión poética, quiero ser cauto por lo que en ella resuena a cerrado, a consumado. La poesía para mí es una tarea de exploración y descubrimiento. Pero esa tarea la tiendo a plantear, sobre todo, leyendo poesía. A día de hoy en lo que leo me interesan los cruces, los intercambios, las combinaciones, lo divergente. He leído y sigo leyendo mucha poesía. En los años noventa leía poesía portuguesa y venezolana del XX, también las versiones del haiku japonés y a Ungaretti, Montale o Sandro Penna. En los 2000 recuperé a los beat y de ahí di el salto a la poesía angloamericana. John Ashbery se convirtió en una recurrencia maravillosa. En ese mismo periodo, leí con mucha atención la poesía de Miguel Casado, de Olvido García Valdés, de Esperanza Ortega. En los últimos años estoy leyendo mucha poesía mexicana, peruana o argentina y, a través de autoras como Chus Pato o Luz Pichel, he intentado acercarme a la poesía galega. No hay nada sistemático tras ello, simplemente un libro me lleva hacia su ecosistema literario que me pongo a transitar hasta que surge otra posibilidad. Ese vagabundeo como lector ha facilitado probablemente que en mi propia escritura busque explorar cruces y fronteras. las misturas.

¿El impacto de las nuevas tecnologías todavía está por desvelar nuevas formas de escritura, de fragmentación, de hipertextualidad?

            Hay poetas que llevan décadas trabajando a partir o desde los accesos creativos facilitados por la tecnología digital y multimedia. Pienso, por ejemplo, en dos poetas mexicanos, Rocío Cerón y Benjamín Moreno. También en el colectivo Los KFGC, igualmente mexicanos. No son los únicos, por supuesto. No obstante, como mecanismos poéticos, la fragmentación y la hipertextualidad son anteriores a la web. Pienso en Calvino, Perec y el Oulipo. Recuerdo ahora la idea de poemas en formato tweet que, hasta donde sé, no ha pasado del nivel de ocurrencia. Imagino que pronto alguien hablará de la poesía en el metaverso. Desconozco lo que pueda estar sucediendo con la poesía en TikTok. Hay quienes entienden que la profusión de microrrelatos y el pequeño boom del aforismo derivan de nuestro uso cotidiano de las redes sociales y los límites en ellas impuestos en la extensión de los mensajes. Entender la creación artística en términos solo de formato tecnológico tiene que ver con la existencia de una lógica mecanicista y con un determinismo demasiado simple. Necesitamos una perspectiva de mayor calado y complejidad para evaluar las implicaciones del actual desarrollo tecnológico en las prácticas artísticas. Vicente Luis Mora, excelente poeta, está aportando en algunos de sus últimos ensayos un análisis muy interesante en este sentido. También lo ha hecho Martín Rodríguez Gaona, focalizándose en su efecto sobre la calidad de las escrituras poéticas, sobre todo en la poesía “joven”.

También el crítico y poeta Daniel Bellón, autor del blog Islas en Red, ha llamado la atención del poemario “La habitación china”, como un libro donde “nada está cerrado”. ¿Qué papel han jugado la memoria personal y esos estímulos externos a los que se refiere como detonantes para la escritura – desde la fotografía, el arte o un paisaje- para el resultado final del libro?

Fue en una de esas conversaciones que cada cierto tiempo tenemos Carlos Bruno y yo, cuando le dije que andaba intentando trabajar poemas que no se completaran, que no se cerrarán en un verso o estrofa a modo de llave de sentido. Me parecía que esos finales resultaban demasiado ruidosos para el poema, también demasiado evidentes. La idea era que el poema avanzara mediante sus propias fugas ocultas y que el sentido llegara a aparecer, acaso, desde ese mismo fluir en el propio lenguaje. Para ello, anduve forzando la coherencia a través de frases inacabadas o de frases que volvieran recurrentes hacia sí mismas, a partir de giros fonológicos o de alguna reverberación de reconocimiento y de memoria personal o colectiva.

Con el trabajo del poema fluyendo lo que comenzó también a producirse fue un poner en cuarentena y bajo continua observación las conexiones entre escritura e identidad. A medida que el transcurso de los poemas marcaba el ritmo y velocidad de la escritura, los textos iban ganando distancia alejándose de mi propia historia o, mejor, permitiendo que ya no fuera una historia en singular. El espíritu de estos cuatro lustros del siglo XXI enfatiza insistente que la identidad, el etiquetado tanto personal como colectivo, debe fundarse, además, en aquello que nos hace sentir bien, en aquello que nos acomoda y posiciona, aquello que nos hace incuestionables ante nosotros mismos y, sobre todo ante el otro. Ser eso que satisface. Sin embargo, yo diría que la poesía, la mejor poesía, busca poner en duda justamente tales seguridades. Robert Creeley, un poeta al que admiro, dijo de Jack Kerouac que había traído la primera persona hacía la escritura tan cerca como parecía posible, pero todavía dejando la posibilidad de un afuera. Así que, aunque el poema arrastre claves personales de experiencia, memoria o autoexploracion, debe trabajar desde el fondo del afuera.

Como bien apunta Daniel, todos los poemas arrancan desde la recepción de un estímulo. Si, siempre existe la provocación del poema. Realmente puede ser cualquier cosa lo que nos lleva hasta la voz. No hay límites porque el lenguaje no lo tiene. Todo está en el lenguaje.

¿Qué vínculo persiste entre este libro y poemarios anteriores como “Rehacer el aliento” de 2016 y “Arrecia” de 2017?

            Rehacer el aliento y Arrecia, junto a otro libro que permanece inédito titulado Una palmera se levanta desde un huerto invisible, reúnen los poemas que escribí durante los últimos dos años del siglo XX los diez o doce primeros del XXI. Creo que conforman un ciclo poético cerrado. La habitación china es, de hecho, un intento de alejarme conscientemente de algunas las claves de escritura que puse en práctica en esas tres obras. Probablemente no lo conseguí. Ese mecanismo catalizador que Daniel identifica en La habitación china quizás también esté presente en los libros anteriores, así que es posible que, sin saberlo, yo ande dando vueltas poéticas a lo mismo desde hace demasiado tiempo. Quien lea los libros me dirá. En cualquier caso, como ya les decía antes, espero que ese rondar no sea redundante, que ataje siempre por los mismos caminos. Si los poemas son previsibles, lo más honrado es dejar de escribirlos.

Actualmente, coordina con Carlos Bruno Castañeda y Daniel Bellón el proyecto “Cartonera Island” de edición digital y cartonera ¿Cuáles pueden ser los nuevos rumbos de la poesía contemporánea a través de esta doble interrelación de lo digital y lo analógico? ¿Considera vital la sobrevivencia del papel o estamos en la antesala de una noción de la poesía mayormente de lectura virtual?

            La idea de Cartonera Island surge cuando aún estábamos viviendo los efectos duros de la crisis económica del 2008. Asumiendo su misma condición precaria, Carlos Bruno, Daniel Bellón y yo quisimos imaginar Cartonera Island como reacción ante una realidad de restricciones y pérdidas ya palpable en aquel momento. De alguna manera, se trataba de no dejarse caer. Por edad, Carlos, Daniel y yo venimos de los modos alternativos y postpunkies del “do it yourself”. Todos los proyectos colectivos en los que hemos participado o promovido, Cuadernos Insulares de Poesía, el suplemento literario Renglonseguido, La calle de la costa, La casa transparente, ahora Cartonera Island, nacieron en buena medida concebidos como espacios de resistencia frente a ciertas dinámicas que desactivan la posibilidad de concebir la creación literaria como práctica social generadora de desafíos. Hemos ido buscando e inventando huecos o brechas de acción. Igualmente las hemos ido desechando. El doble perfil, digital y en papel, de Cartonera Island surge a partir de la reflexión sobre el limitado alcance que tienen las ediciones poéticas, en realidad, de la edición literaria en general. ¿Cuántos ejemplares de un título de poesía se “venden”? ¿Cuántos es “bueno” vender? ¿Es razonable entender que “los derechos de autor” se liquidan dándole ejemplares de su libro a quien lo ha escrito? ¿Es positivo que se convierta en “emprendora” una persona que escribe poesía o novela o relatos? ¿El libro de poesía, la novela, mejora con el “valor añadido” que supuestamente aporta la visibilidad social de su autor o autora? Evidentemente, Cartonera Island ni quiere ni da respuestas o soluciones a estos dilemas. Todos los libros publicados pueden leerse y descargarse gratuitamente a través de nuestra página (https://cartoneraisland.blog/). Quien accede a ellos puede decidir si monta su propio libro cartonero o lo lee en línea. Quien participa en la producción de las portadas de los ejemplares en papel sabe y acepta que está aportando su creatividad a otras personas de manera desinteresada o libre. Quien acepta publicar con nosotros es una persona generosa que cede su obra para que sea leída sin coste alguno. ¿Por qué todo esto? Ya digo que no damos respuesta. Es lo que hay.

Aunque hago uso cotidiano de la tecnología digital, personalmente no comparto la visión optimista sobre la potencialidad de los espacios digitales y el desarrollo tecnológico, todo lo contrario. Se ha querido difundir el mito bondadoso de la desmaterialización de las prácticas sociales mediante la realidad virtual. Sin embargo, lo digital no deja de ser sino otro espacio de poder económico y de promoción de un consumo desmesurado que, desafortunadamente, solo agrava, aún más si cabe, la insostenibilidad de nuestro estilo de vida y la gravísima emergencia ecosocial que ya estamos experimentando. Cuanto antes aceptemos que debemos modificar y reducir radicalmente nuestros patrones de producción y consumo menos doloroso será el futuro. La evidencia científica, de hecho, no deja de mostrar que vamos a enfrentarnos a un futuro inmediato difícil, que conllevará mucho sufrimiento individual y colectivo. Ante tales circunstancias, mejor que pensemos en disponer de un buen manojo de libros de papel que nos duren, que reflexionemos también sobre cómo se puede difundir la creación artística en ese pronto a llegar mundo restringido.

Háblenos de su serie #alpasohoy de fotografías en Instagram, donde se combinan una multitud de imágenes y de instantes del camino diario del poeta, ¿podrá ser un nuevo poemario?

            Muchas gracias por prestarle atención. Me encanta la vieja palabra “instantáneas” para referirme a ese ejercicio fotográfico. La verdad es que no responde a ninguna pretensión poética particular. Como digo, es una especie de ejercicio visual que experimento como un entrenamiento festivo. La atención va surgiendo de la reiteración de ciertos gestos, de cierta práctica cotidiana. Es de ahí desde donde extraigo las fotografías, justo del instante. En Facebook llevo también cierto tiempo con un ejercicio similar bajo el título de Mínima historia de los muros. Hay tanto que ver en la superficie de las tapias, de los muros. Tanto con #alpasohoy como con Mínima historia de los muros me hago la ilusión de estar trabajando la dimensión visual y gráfica de la poesía. Pero, ya digo, no dejan de ser sino puro disfrute de compartir el instante. Es estar ahí, simplemente.

¿Cuál será el destino de la serie publicada parcialmente en nuestra revista, bajo el título “Poemas de La Cuesta de Abisinia?  Muchas gracias

Poemas de La Cuesta de Abisinia es un libro que cierro un par de años antes que La habitación china. Reúne medio centenar de poemas organizados en dos secciones o momentos que quise actuaran en espejo, ambas relacionadas con la memoria de la migración. Puede decirse que conforman, en cierta manera, un ciclo de escritura que quizá se vislumbra ya en Spree, el cuaderno que está disponible en Cartonera Island. Poemas de La Cuesta de Abisinia permanece todavía inédito. Ojalá encuentre edición, aunque reconozco que he hecho poco por buscarla. Si alguien se anima a publicarlo, me haría feliz.

Muchas gracias a ustedes.


Ernesto Suárez (Tenerife, 1963) Poeta, editor y crítico literario. Profesor de Psicología social en la Universidad de La Laguna. Fue, entre 1988 y 2000, codirector de Ediciones La calle de la costa y luego de Cartonera island. Ha publicado en poesía “El relato del cartógrafo” (1997), “La casa transparente (2007), “Spree” (2013), “Ruido o luz” (2013), “Rehacer el aliento” (2016), “Arrecia” (2017) y “La habitación china (2021); y los cuadernos poéticos “Espumas de carrusel” (1982), “Ocho tankas oscuros” (1996), “11” (2006, junto con el pintor Francisco Orihuela) y “Las playas, 1982-2002” (2002)

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