Pedro Lezcano Jaén “El arte es continuidad, diálogo entre los creadores y la vida a través del tiempo”

Trasdemar es una revista literaria internacional con sede en Canarias y la publicación de nuestra serie de entrevistas a creadores insulares potencia la vocación cosmopolita de tender puentes de intercambio cultural y creativo en el panorama contemporáneo de la literatura y las artes desde una perspectiva abierta y plural
Pedro Lezcano Jaén (Fotografía de Tato Gonçalves, 2020)

Desde la revista Trasdemar continuamos nuestra serie de entrevistas con creadores insulares del panorama de las artes en la actualidad. Agradecemos la colaboración del artista Pedro Lezcano Jaén (Las Palmas de Gran Canaria, 1970) Pintor y artista polifacético, con una larga trayectoria de exposiciones individuales y colectivas, ha realizado proyectos en espacios como el Centro de Arte La Recova, Galería de Arte Magda Lázaro, CICCA, Sala Lola Massieu o el Centro de Artes Plásticas del Cabildo de Gran Canaria. Ha obtenido reconocimientos a su obra con diferentes galardones como el 17° y 18º Premio Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria: seleccionado en las Casas Consistoriales y el Museo Néstor. Entre sus proyectos personales destacan  ‘Homo Economicus’, ‘Retales’, ‘Fricciones’, ‘Silent-es’ o ‘Su de Ellas’. Actualmente prepara una exposición de pintura y escultura en Las Palmas de Gran Canaria

La insularidad aísla y empapa. Pero si te liberas de la prisa y de la ansiedad por lograr cosas que no dependen de ti, la insularidad podría llegar a convertirse en una bendición.

PEDRO LEZCANO JAÉN

¿Cuál es su vínculo creativo con el panorama de la expresión artística en las islas? ¿En qué ámbito de las artes se encuentra actualmente y cuál ha sido la génesis de su formación?

Mi vínculo con el ruidillo exterior es casi nulo, y voy a peor. Querría ser de otra manera, pero mi mayor ambición del día sigue siendo la permanencia en la paz del estudio. Macerar aquí las ideas, sin prisa y transformarlas en otra cosa. Querría ser de otra m anera, y formar parte del pan-orama, de “todo lo que se ve”. El que se queda a trabajar con sus cestitas, cestitas, cestitas, permanece más o menos oculto, es natural. Y cualquier tipo de crecimiento en cuanto a visibilidad y vínculos con el exterior será lento sí, pero acaso más sólido, más real, si es que sucede.


Es verdad que asomo la cabeza por las redes. Sería tonto no aprovechar esta herramienta, pero con moderación. Yo trabajo con la materia.


Algunos pocos pero muy buenos amigos en torno al oficio impiden que me eche demasiado rápido a perder. Una de ellas además, está tratando con cariño y talento, desvelar hacia el pan-orama los cuajos que acontecen aquí, a la sombra.


Los cuajos, por cierto que no lo he dicho: yo dibujo, pinto, modelo, ensamblo.


Háblenos de su obra. ¿Qué papel ha constituido la insularidad para los procesos de creación en su trayectoria profesional? ¿Qué representa para usted el horizonte insular a la hora de la proyección pública de su actividad artística?

La insularidad aísla y empapa. Pero si te liberas de la prisa y de la ansiedad por lograr cosas que no dependen de ti, la insularidad podría llegar a convertirse en una bendición. Al menos para nosotros, los nacidos en los últimos cien años, que disfrutamos de la magia de la comunicación instantánea y del traslado físico más veloz y barato.
En los noventa, cuando era jugador de ajedrez, viajaba con frecuencia por toda la península y parte de las europas. Y siempre, cuando sumaban más de diez días fuera, la necesidad de regresar era intensa, casi física. El aire suave, impregnado de un mar siempre a la vista…


Está claro que un artista del siglo XIX difícilmente podría haber hecho nada, enclaustrado en una isla alejada de todo menos de un desierto a ciento y pico kilómetros por el atlántico.
El arte es continuidad, diálogo entre los creadores y la vida a través del tiempo.


Pero hoy, ser insular y aceptarlo, no tiene por qué estar unido al aislamiento vital e intelectual. Ni ser un obstáculo al intercambio. Al contrario, podríamos resultar beneficiarios de la calma necesaria para la creación, propia de unas islas bastante pequeñas, y combinarla astutamente con esporádicos saltos al bullicio del escaparate y el comercio.

Me siento afortunado de vivir aquí y les deseo, a ellas sí, largo vuelo a mis criaturas.


En la tradición cultural de las islas ha existido un diálogo histórico entre la literatura y las artes ¿Qué libros puede citarnos de la literatura insular que han influenciado en su propia creación personal? ¿Cuál es su consideración acerca del panorama actual de los libros y qué posibilidades hay de conexión entre la literatura y el arte desde su perspectiva?

Soy canario, insular; salado por dentro y por fuera de tantas horas de remojo. Pero intelectualmente peco de hedonismo y desorden, me pierdo a gusto en el tiempo y en el espacio. La lectura es vital para mí y soy un comprador cada vez más vicioso de libros de papel. Yo, que abracé tan pronto el libro electrónico, diez años después sólo leo a pilas lo que no consigo en formato real, físico: a más viejo, más estimo lo palpable.


Todo esto para decir que mi condición local no se corresponde con mis elecciones literarias. Siendo incomparables, más importante para mí es Poe que Galdós; las horas de intimidad son las que hablan, no yo. Clemencia.

Detectar los libros que han influido en mis haceres, resulta poco menos que imposible. Somos suma de tanto.

En 2014 publicó Evelyn de Lezcano (no somos familia) su primer libro de poemas: “Hombre”. Evelyn me había pedido la imagen de un dibujo mío a tinta china, y unos meses después apareció por casa con algunos ejemplares calentitos. Esa misma noche lo leí despacio hasta el final, para irme a la cama cargado de poderosas imágenes. “Por la mañana, preñado y sin resaca, di a luz el dibujo que muestro al final de esta entrada. ¿Parto o vómito?”, escribí ese mismo día en el blog. Un pequeño y tremendo libro que seguro sigue latiendo aquí adentro, y con el que podría vincular otras piezas que he ido haciendo en estos años.


Pero yo crecí escuchando la voz y los versos de mi padre. Sigue resonando: si lo leo, lo escucho. La historiadora del Arte y amiga Laura Teresa García, ha señalado varias referencias involuntarias a su poesía en mi pintura. Me maravilla; mayor influencia que esa…


La asociación entre la literatura y el arte ha dado lugar a enormes obras y aún mayores y frecuentes pifias. Pero es un encuentro irremediable y necesario. Difícil pero apasionante. Me gustaría crear una serie de dibujos para alguna obra literaria que me tenga agarrado. Entusiasmarme con eso. Lo de ilustrar puede ser terrible, pero manchar con grafito ahí donde no se dice nada, sería cosa seria. Llenar los espacios callados. Qué difícil y qué bonito si se lograra. Tengo en mente algunos dibujos impresionantes de José Hernández, colándose entre los intersticios de La Metamorfosis, El Aleph y El Túnel, de Kafka, Borges y Sábato; tremendas asociaciones.

También fértil es el camino opuesto, el de la escritura a partir de la creación plástica, eso que llaman misteriosamente écfrasis. Productivo e igualmente plagado de trampas. Trampas en las que caen casi todos, como los locutores de una retransmisión deportiva indicando pesada y pormenorizadamente lo que ya vemos a través de la pantalla.

Aunque parece fácil acomodarse a lomos de la obra de referencia y lograr un 1+1=1 (lo cual es siempre un 1+1=0), la aspiración de lograr una obra independiente, e incluso una obra que se salga y se convierta en una especie de tercera obra, hace la empresa siempre tentadora.


Las nuevas tecnologías y las redes sociales están protagonizando las nuevas formas de expresión y de escritura contemporáneas ¿Qué opina sobre las narrativas digitales y los modos de consumo cultural hoy en día? ¿Cree que es posible un renacimiento cultural desde las islas?

Todo suma, es estupendo. Pero creo que a través de los medios digitales perdemos el gran valor común que ofrecen la literatura y, por ejemplo, la pintura, y que las distancia, las separa de otras artes como el cine o la música: el lector y el observador son dueños del tiempo y serán instigados al pecado de la demora. La potestad para elevarse por encima de la línea de tiempo y abandonarse a la contemplación, es incompatible con la pantalla nerviosa de un móvil, continuamente ofreciéndote más, más, más. Quizá por esa razón triunfa en las redes la poesía y la imagen chascarrillosa, de tragar y escupir, de mal usar y tirar.


Y en cuanto a mi oficio, por qué creen ustedes que he elegido este, el medio más lento y arduo de crear imágenes. La respuesta es sencilla: yo no creo imágenes. O al menos imágenes reductibles a unos diodos de luz entre tus dedos. Como he dicho antes, utilizo modestamente internet para estar presente, para existir un poco más, pero soy tremendamente tacaño al mostrar lo que hago en esos medios. Y trato de no enseñar lo que no haya expuesto antes, en condiciones. Querría que la distancia entre ver una obra plástica perpetrada por mí a través de una pantalla, y estar frente a ella en el mismo espacio, sea casi comparable al abismo entre ver una foto de alguien con quien chateas, y conocerla en persona.

Lo del renacimiento cultural en las islas me plantea de entrada ya una duda: cuándo estuvo nuestra cultura (esa palabra) tan naciente como para aspirar a revivir el supuesto florecimiento pretérito.

Tengo la impresión de que nunca se hizo tanto, ruido. Creo que jamás ha habido tanto estreno de libros y proyectos artísticos, ni tantas ganas de ser escritor, de ser artista, de ser célebre. Luego, por supuesto, el tiempo cruel se encarga de enterrar ¡ay! un buen porcentaje de toda esa marea de ilusiones y esfuerzo.

No tengo ni idea de si las próximas décadas serán jugosas o secas respecto a las anteriores. Tampoco ese pronóstico nos aclararía gran cosa: lo húmedo se pudre antes y de la aridez de los tristes años oscuros brotaron las piteras de Oramas, la Antología Cercada de un grupo de jóvenes, las arpilleras de Millares o el Nada (menos) de Laforet.
Qué suerte tenemos de vivir aquí y ahora. Todos esos creadores nacidos en dictadura y hechos adultos en dictadura nueva, sólo muerta de vieja, fueron capaces de parir obras vivas hoy y más vivas mañana.
¡A trabajar!


¿Cuál es su experiencia de diálogo y de convivencia entre creadores en el ámbito de su disciplina artística? ¿Qué papel considera que desempeñan las instituciones culturales del archipiélago? ¿Cuál podría ser su recomendación o aportación personal para mejorar la realidad cultural, artística y literaria de su entorno y de las islas? Muchas gracias

Mi relación con los de mi oficio no es más ni menos intensa que la que pueda tener con los escritores, maestros o veterinarios. Soy un alpispa plástico desgeneracionado. Empecé tarde en esto. Y lo hice sin universidad ni camarillas. En relativa soledad. Desgraciadamente, carezco de viejos compañeros de batalla con los que empezara. Mi entrega a la plástica fue la reacción a una tremenda catástrofe familiar, a comienzos de siglo. No trataba de lograr nada, sólo sobrevivir. Con el paso de los años empecé, sin darme cuenta, a sentirme pintor y a recibir respuesta entre los que miran. He ido tropezando con algunos pocos pero profundos amigos a los que nuestra curiosidad o necesidad de arte nos ha ido uniendo, pertenezcan éstos a la cofradía de los artistas, de los escritores o de los veterinarios.

Las instituciones y las artes, vaya tema. No tengo respuestas, ni fórmulas.
Creo que el talento que se necesita para crear, ya sea en las artes plásticas como en
literatura, no tiene nada que ver con el talento que se necesita para confeccionar dossieres, tocar puertas y estar en los sitios. Lo sabemos: el talento para crear no suele coincidir con el talento para vender. Les ocurre igual a los gobernantes. El que alcanza un puesto de poder, ha ejercitado su talento en el arte de la escalada, pero a esta demostración no tienen por qué acompañar el talento y la sabiduría que se necesita para ejercer ese poder, una vez alcanzado. Así, a menudo coinciden en la misma coyuntura los más talentosos escaladores de uno y otro gremio. Provechosa simbiosis tendente a una deprimente retroalimentación.


Por eso emociona encontrar a políticos –escasos, circunstanciales, pero reales y
valiosísimos- con sensibilidad, inteligencia y juicio en su rama, pero con honestidad para delegar en otros con más conocimiento, cuando toque, y que no actúan en base a golpes de efecto, como tan a menudo vemos en la política cultural (y de cualquier otro tipo) donde todo cabe si hace ruido.

Sí, eso. Un detector de oportunistas es lo que nos vendría maravillosamente a todos.
Y estar atentos a los que trabajan sin hacer tanto ruido.
No he dicho nada, olvídenlo.

Agradecido al equipo de Trasdemar, por prestarme su espacio.

El artista en su estudio (Fotografía de Manolo Morales, 2017)

Deja un comentario