Presentamos en la Revista Trasdemar el nuevo ensayo de nuestro colaborador Yosvel Hernández Alén (La Habana, 1975) Cursó estudios de Letras en la Universidad de La Habana y es Máster en Español y Literatura. Artículos y ensayos suyos han aparecido en revistas como El Caimán Barbudo y Clave, entre otras. Incluimos la nueva aportación en nuestra sección “Conexión Derek Walcott” de creación contemporánea en el Caribe
Si bien la Nueva Trova ofrece, sobre todo en su primera generación, una visión de la mujer que responde, en última instancia, al ideal heteronormativo y patriarcal del “hombre nuevo”, no obstante, logra plasmar en muchas obras significativas la imagen de la mujer emancipada socialmente, en un intento genuino de apartarse de algunas posturas machistas. Lo demuestran, entre otras, canciones como: Para una imaginaria María del Carmen, de Noel Nicola, Eva, de Silvio Rodríguez, Danzón deseo, de Amaury Pérez y El breve espacio en que no estás, de Pablo Milanés.[1]
Ello condujo a que la Nueva Trova resulte percibida como una corriente estética alejada del machismo y caracterizada por la belleza poética de su ennoblecedora representación femenina, en oposición a géneros como el son, la timba o el reguetón, los cuales han sido tildados hasta de misóginos.
A propósito, considero imprescindible citar in extenso a Liliana Casanella, quien en Música popular bailable cubana: letras y juicios de valor apunta:
[…] la contrapartida de la Nueva Trova […] propició una vez más que la crítica recalcara la presunta vulgaridad de la música bailable […] La Nueva Trova […] reflejaba el acontecer de los tiempos que corrían y sufrió de una manipulación politizada […] Es indiscutible que con su entrada se enriqueció el panorama de la canción cubana, pero lamentablemente la crítica la utilizó como contrapartida de discursos que no cumplían el papel social “asignado” a la canción popular. […][2]
Y añade:
A diferencia de antes de 1959, los criterios sobre las letras de la música bailable incorporan ahora el parámetro género como elemento definitorio en los juicios de valor. De este modo, varias piezas comienzan a ser calificadas de machistas y denigrantes de la mujer, razón suficiente para la desacreditación social de la música popular bailable cubana […].[3]
Más allá de los criterios y actitudes personales de los trovadores en torno a la mujer, la Nueva Trova fue llamada a convertirse en un espejo de los valores éticos soñados por el poder político, entre ellos la batalla contra el machismo. No quiere esto decir que sus canciones sobre el tema no sean auténticas y estéticamente admirables, pero la misión educativa, formadora de nuevas concepciones, era programática en el movimiento.
En los Acuerdos del I Encuentro Nacional de Jóvenes Trovadores (Génesis del Movimiento de la Nueva Trova, como Institución político-cultural subordinada a la UJC, en 1972) se plantea que: La canción, como toda expresión artística, pero incluso con una efectividad superior a otras manifestaciones, influye en la educación tanto estética como ideológica de nuestro pueblo. [4] Incluso, los trovadores debían predicar con el ejemplo y avanzar hacia la ejemplaridad en sus vidas personales. El propio documento añade: Debemos actuar en todo momento con la conducta digna de un revolucionario, tanto en la escena como fuera de ella. [5]
Lo hasta aquí argumentado arroja luz sobre las repercusiones de la acusación de acoso sexual por un grupo de mujeres al trovador Fernando Bécquer en 2021.
En diciembre de ese año, la revista digital independiente El Estornudo publicó Cinco denuncias de abusos sexuales contra Fernando Bécquer[6], lo que provocó una avalancha de reacciones mayormente de apoyo a las mujeres, aunque también de solidaridad con el cantautor, integrante de la generación trovadoresca que emergió a mediados de los años 90. De estas últimas, una gran parte provino del propio gremio trovero.
Vale recordar que ya en 2019 la cantante cubana La Diosa había acusado de maltrato al músico José Luis Cortés[7], acontecimiento que provocó un proceso de metoo; sin embargo, el caso de Bécquer tuvo una mayor repercusión pública.
De pronto, la timba y la trova tuvieron la violencia contra la mujer como denominador común. Pero, como ya hemos visto, ese fenómeno parecía esperable en el ámbito de la música popular bailable, pero no en el de la trova, que aún hoy continúa siendo imaginada como un cauce de elevación ética y corrección política.
Así la describe, de modo global, Antonio López Sánchez en Convertida en canción, su libro sobre la imagen de la mujer en los textos de la Nueva Trova. Sin embargo, casi al final del texto el investigador se ve precisado a acotar lo siguiente: Todavía coexisten, junto con obras de excelente factura, algunas otras donde aún medran prejuicios patriarcales. Sobreviven rezagos y posiciones más cercanas a las cavernas que a las proyecciones de un intelectual absolutamente progresista como debe ser un trovador. […] Incluso, en algunos autores existen actitudes personales no del todo coherentes con lo que se defiende desde sus obras. […] En especial es notable en autores de las hornadas más jóvenes y hasta en ámbitos que se dicen o han sido por lo habitual trovadorescos. [8]
En el caso de la obra de Fernando Bécquer (al menos de una zona de ella), se confunden y se solapan erotismo, machismo y crudeza verbal. Pareciera que en la famosa estrofa que dice: cuando te veo con el blúmer roto / se me para el cohete con los dos pilotos a algunos molestara más la procacidad que la misoginia señalada en ella[9].
En definitiva, misoginia también hubo en algunas obras de la trova tradicional, como Doble inconciencia (Falsaria), de Manuel Corona — Espero que te pongas más barata; / sé que algún día bajarás de precio — o Sobre una tumba, una rumba, de Ignacio Piñeiro — No la llores, no la llores, / que fue la gran bandolera, / enterrador, no la llores, cantadas por la trovadora por antonomasia, María Teresa Vera.
Pero esa obscenidad, esa “estética del desparpajo y la cochambre”[10] de Bécquer — que para mí es un guiño a la timba y el reguetón — constituye una rebelión no vista en el universo trovadoresco cubano. Está presente en canciones como: Todas las pepillas me caen bien, Agárramela, Mi mano en pena, Vuelve con Filiberto y Anticanción del hombre infiel, de la que reproduzco una estrofa:
Pasadas ya las once de la noche
cualquier mujer tiene su moña.
(Es más, yo creo que a las diez y veinticinco
hay que comerse la carroña.)
Así que asienta el cocorioco
y ten cuidado con las pasiones
que tu mujer te espera en casa
para explorarte los olores. […]
Que esta poética sea novedosa — jocosa, para algunos — en el devenir trovadoresco no significa que sea plausible desde el punto de vista ético; máxime si resultara un reflejo del comportamiento agresor del cual se acusa al cantautor.
Volviendo a las acusaciones, resulta significativo que Bécquer haya dicho sobre ellas en su primer comentario sobre el asunto: Yo no creo nada, yo creo en la Revolución.[11] Con un discurso como este el cantautor pretende defenderse con el enorme capital político del movimiento trovadoresco. Lo que sucede es que si en la primera generación de la Nueva Trova — aquella que buscaba actuar en todo momento con la conducta digna de un revolucionario — hubo una coherencia entre poética, ética en torno a la mujer y compromiso revolucionario, en el “caso Bécquer” este último elemento pareciera ser el único oportuno.
Por otra parte, ya antes mencionaba la solidaridad con el trovador por parte de algunos de sus compañeros. Por ello, la revista feminista cubana Alas tensas mostró en Facebook una publicación en la que se leía: Condenamos también las actitudes cómplices y pronunciamientos misóginos de algunos integrantes de su gremio. [12]
En dicho grupo se destaca Ray Fernández, quien calificó en su perfil de Facebook (Ray Tun Tun Fernández) las denuncias como “chanchullos de mujeres” y a las que cuestionaron su actitud de defensa como “señoritingas libidinosas”. Luego de emplear esta última expresión, el trovador publicó otro post en el que afirma: ¡Mal dicho!… lo admito y me disculpo públicamente con todas. No voy a ser hipócrita. ¡Soy un hombre machista! No soy un misógino… admito mi flaqueza de hombre machista […] Ahora bien, nunca seré acusado de dejar solo a un amigo en la hora mala. […] [13]
Realmente resulta muy machista, muy característica de la faceta más tóxica de la masculinidad tradicional, la actitud de deslegitimar — y hasta ridiculizar — las voces de las mujeres, sus denuncias, anteponiendo esa “ética” del “primero hombre y amigo, en ese orden”.
Aunque la violencia machista y la misoginia emanadas de lo peor del patriarcado estructural pueden aparecer en cualquier corriente musical y época, el “caso Bécquer” ha demostrado retrocesos, fisuras en el movimiento trovadoresco cubano reciente, que, aunque sigue contando con obras enaltecedoras, ya no muestra aquella unidad cuasi monolítica de la primera generación de la Nueva Trova en cuanto a la defensa de los derechos de la mujer y su digna representación en la canción.
Las falencias del sistema penal contra la violencia de género y en las estrategias educativas siguen causando estragos en nuestras mujeres (esto es lo que verdaderamente importa) y demostrando que la trova y el reguetón pueden llegar a parecerse bastante.
[1] Para leer un exhaustivo análisis del tema, véase: López Sánchez, Antonio: Convertida en canción: la imagen de la mujer en los textos de la Nueva Trova. Editorial Capiro, Santa Clara, 2019. El autor llega a la conclusión de que: […] la Nueva Trova […] ha mantenido dentro de la obra de la mayoría de sus cultivadores una visión muy desarrollada, activa y enaltecedora de la imagen femenina. (p.199)
[2] Casanella Cué, Liliana: Música popular bailable cubana: letras y juicios de valor (siglos XVIII al XX). Ediciones Cidmuc, La Habana, 2013, p. 125-131.
[3] Ibídem, p. 150.
[4] Acuerdos del I Encuentro Nacional de Jóvenes Trovadores, celebrado en Manzanillo, en 1972. En: Díaz Pérez, Clara: Sobre la guitarra, la voz .Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1994, p. 268.
[5] Ibídem, p. 270.
[6] Reyes, Mario Luis: Cinco denuncias de abusos sexuales contra Fernando Bécquer, en El Estornudo. https://revistaelestornudo.com/fernando-becquer-cinco-denuncias-de-abusos-sexuales/
[7] Véase: “La Diosa, de NG La Banda acusa de maltrato a “El Tosco” Cortés. En: Periódico cubano. https://www.google.com/amp/s/www.periodicocubano.com/la-diosa-de-ng-la-banda-acusa-de-maltrato-a-el-tosco-cortes/amp/
[8] López Sánchez, Antonio: Op.cit. p. 201. También hay que decir que a tono con las demandas del feminismo más actualizado y otros sectores sociales, en torno a la no violencia contra las mujeres, pueden hallarse canciones de epígonos de la Nueva Trova condenatorias de las agresiones sexuales hacia las mujeres. Es el caso de Letanía de los tiradores, de Silvio Alejandro, contemporáneo de Fernando Bécquer. Dice la canción, que fustiga a los exhibicionistas: Los tiradores son una plaga (…) / Los tiradores la humillan, la mancillan, la derraman. / Los tiradores esquirlas en la carne ciudadana.
[9] A la misoginia de estos versos se refiere León, Ana: No ha sido el único ni será el último. https://www.cubanet.org/destacados/becquer-no-ha-sido-el-unico-ni-sera-el-ultimo/amp/
[10] Tema para el desparpajo y la cochambre es el título de una canción de Fernando Bécquer.
[11] Fernando Bécquer sobre las acusaciones de abuso sexual: “Yo no creo nada, yo creo en la Revolución”. https://diariodecuba.com/cuba/1639091226_36080.html
[12] Citado por Diario de Cuba. Fernando Bécquer sobre las acusaciones de abuso sexual: “Yo no creo nada, yo creo en la Revolución”. https://diariodecuba.com/cuba/1639091226_36080.html
[13] https://m.facebook.com/story.php?story_fbid=3054324898212794&id=100009059403724