“Porque las palabras qué son sino una materia” Prosa de Eliseo Diego, en el Día de la Cultura Cubana

Desde la Revista Trasdemar, con motivo del Día de la Cultura Cubana 2021, dentro de nuestro espacio permanente dedicado a la actualidad del Caribe, presentamos una selección escogida de textos del poeta Eliseo Diego (La Habana, 1920-Ciudad de México, 1994)
Eliseo Diego (La Habana 1920-Ciudad de México,1994)

Desde la Revista Trasdemar, con motivo del Día de la Cultura Cubana, presentamos una selección escogida de textos del poeta Eliseo Diego (La Habana, 1920-Ciudad de México, 1994) Obtuvo el Premio Nacional de Literatura por el conjunto de su obra en 1986. Recibiendo, sucesivamente el Premio de la Crítica por los libros “Soñar despierto” y “Libro de quizás y de quién sabe“. En 1992 la Universidad del Valle en Cali, Colombia, le otorga el Doctorado Honoris Causa. En 1993 recibe la Distinción “Gaspar Melchor de Jovellanos” que otorga la Federación de Asociaciones Asturianas de Cuba y el importante Premio Internacional de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo. Fue uno de los fundadores de la Revista Orígenes, junto a Lezama Lima, José Rodrígez Feo, Cintio Vitier, Fina García Marruz, Gastón Baquero, Virgilio Piñera, entre otros. De sus libros destacamos los títulos que van desde “De jaque” (1946) a “En otro reino frágil” (1999), pasando por “El oscuro esplendor” (1966) y “Libro de las maravillas de Boloña” (1967), además de los cuentos “Divertimentos” o “En las oscuras manos del olvido” de los años cuarenta, a “Conversación con los difuntos” traducciones de 1991. Ocupó el cargo de responsable del Departamento de Literatura y Narraciones Infantiles de la Biblioteca Nacional José Martí hasta 1970 y fue redactor de la Revista Unión de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC)


porque las palabras qué son sino una materia como la madera o el hierro, y con palabra, madera o hierro es posible servir al hombre y enriquecer la belleza del mundo

ELISEO DIEGO

LOS BIENES DE ESTE MUNDO

Sueño con un almacén que en la realidad habría sido todo un sueño. Si bien entonces no sería en realidad un sueño, y llamarlo así, sólo un reclamo de gusto gordo.

En sus diferentes pisos alfombrados, como cavernas de cristal de roca, encantadoras muchachas me vendieron cuanto aparatito inútil asomaba en sus mostradores y mi ávido corazón deseaba.

Pero, suprema maravilla, la más apetecible de todas, en un elegante cubículo central, me iba proporcionando las sumas necesarias para pagar mis continuas compras.

Véase, pues, cómo en realidad era el almacén un sueño. Con el primer canto del gallo se desvanecieron tanto el almacén como mis preciosas posesiones. Humo se hicieron. Más claro:nada.

Por tanto, si exceptuamos el aroma de aquella exquisita dispensadora, el almacén era en realidad bien real.

Dios nos perdone


JARDINES Y ESFINGE

Este banco de mármol, donde nadie se sienta nunca, ¿qué hace en el recodo del pequeño jardín al que tres árboles vuelven insondable entre sus sombras? Este pétreo rostro de león, que jamás sintió el agua caer desde su boca reseca al cuenco de la fuente, ¿qué hace contra el muro allá en lo hondo de este otro jardín cuyo vasto espacio desolado sí podemos medir hasta sus límites absurdos?

Esta esfinge de escayola- casi cometo la falta de llamarla «pobre»-, hecha por los dedos ya vaho de artesanos apenas ayer idos -unos ahora en la negra cotidianeidad de la muerte con sus milenarios antecesores, los que labraron a la Eterna, la Impasible-, ¿por qué mira aún el terco vacío del senderillo, entre la maleza del jardín, por donde no vinieron ni vendrán los que debían desenredar la madeja de sus tres modestos enigmas: «¿por qué está el banco desierto, por qué no mana el agua por la boca de la bestia, por qué ninguno se atreve con la esfinge?»

¿Será porque quien sabe las tres respuestas pasó hace ya tiempo junto a los tres jardines simulando la indiferencia que lo heló de mucho antes? «El banco está desierto porque nadie lo hizo para nadie; nada es lo que mana por la boca de la bestia; ninguno se atreve con la esfinge porque ninguna esfinge hay que le responda».

Con todo, ella, lívida, sonríe.


FANTASMAGORÍAS

Desde muy joven -lo confieso- me han gustado los fantasmas. Me apasionaban las historias de sus desventuras.

Hoy -lo confieso-, aproximándose la hora de convertirme en uno, ya no me gustan tanto.


OFICIOS

He trabajado con palabras toda mi vida, y no me pesa ni avergüenza, porque las palabras qué son sino una materia como la madera o el hierro, y con palabra, madera o hierro es posible servir al hombre y enriquecer la belleza del mundo.

Afirmo que hubiese preferido trabajar con una materia aun más preciosa: mi propia vida, arriesgándola para que tocase a otros una mujer. Pero es éste un trabajo para el que se precisan dones extraordinarios que nunca tuve, y sin los cuales puede provocarse, no ya el despropósito, sino la catástrofe.

De modo que seguiré trabajando mi huidiza y humilde materia mientras me quede aliento. Mi oficio es atisbar con terca atención lo que está adentro de cada cosa, y sorprenderlo con astucia y cariño para trasvasarlo, como a un polluelo de su nido roto a otro seguro, del tiempo que se va a la palabra que no pasa.

Así sirvo a los míos. ¿Y qué vanagloria puede haber en repartirles lo que no me pertenece, sino simplemente les muestro porque mi gozo no sería nunca perfecto si no lo compartiera?

Tóqueme, entonces, sólo el pequeño orgullo de hacer bien lo que bien puedo.


Textos extraídos del “Libro de quizás y de quién sabe” (UNAM, México, 1993)

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