“Fábulas improcedentes” Nuevo libro de Juan Carlos De Sancho

“Fábulas improcedentes” (Mercurio editorial, 2021)

Desde la Revista Trasdemar presentamos el nuevo libro del autor Juan Carlos De Sancho (Las Palmas de Gran Canaria, 1956) Escritor, editor, guionista e ilustrador. Ha cultivado la poesía, el ensayo, la columna periodística, el guión documental y cinematográfico o la narrativa infantil. Editor y antólogo internacional, dibujante de tiras cómicas e ilustrador de sus propios libros, acaba de publicar “Fábulas improcedentes” (Mercurio editorial, 2021) y compartimos con nuestro colaborador un diálogo en torno a su obra más reciente

Mis dibujos son también fábulas. Relato en ellos mundos que no sé aquilatar con palabras, tiene que ver con algo que no controlo, con la poesía y mis quimeras. Cuando escribo mucho pienso mucho y me canso, entonces dibujo y recupero el vuelo del águila, la caída en picado, el planeo sin rumbo

JUAN CARLOS DE SANCHO

En su trayectoria literaria la conjugación de la escritura y el dibujo han conformado una identidad característica de su cosmovisión personal. ¿Qué lugar ocupa en este nuevo libro el papel de la fábula como género literario?

Desde Esopo, La Fontaine, Iriarte, Samaniego, Fedro, Arcipreste de Hita y Don Juan Manuel, entre otros tantos fabulistas, la utilización de animales irracionales ha sido elemento sustancial y constitutivo del intríngulis de cualquier fábula. Monos, cuervos, gallos, culebras, burros, caballos, lobos, zorros, cangrejos, ratones, águilas… se convirtieron en los principales protagonistas de innumerables aventuras de las que se podían extraer enseñanzas eficaces y máximas al servicio del bienestar público.

Cuando acometí esta ingente tarea de escribir fábulas improcedentes, decidí, por protección y fe en mis embates literarios, suprimir animales y moralejas en mis escritos. En el puesto de los animales situé a los irracionales humanos u objetos varios debatiéndose entre ellos o consigo mismos. De pronto aparecieron, sin mi control sensato, alguna vaca, un mono, mariposa, hormiga etc., animales que a la sazón habían intervenido en otros libros que ya había publicado. Fueron bienvenidos, me dieron un respiro. Era evidente que muchos de tus personajes pueden viajar por motu propio de un libro a otro, colándose por las rendijas que en sus extravíos el escritor deja siempre abiertas.

Desde Esopo y otros Fabulistas del pasado la evolución de los valores morales se ha mantenido incólume: el Bien y el Mal siguen activos, vivitos y coleando, al igual que la Ingratitud, los Recelos, la Envidia, la Codicia y sus adláteres maleantes. Los argumentos siguen siendo los mismos de siempre, pero la locura y la irracionalidad se enfatizan en el presente que me ha tocado vivir, donde relatar una noticia se superpone a otra en fracción de segundos, de milésimas de segundos.

Apenas hay tiempo para repasar los argumentos invariables. Gracias al estoicismo y su eterno retorno vislumbré que la experiencia humana no es acumulativa y que por tanto todo se repite inexorablemente. De ahí la actualidad permanente de la Fábula, el uróboro que no cesa de morderse la cola.

De hecho en la tradición literaria de las islas encontramos autores de consideración clásica en la proyección de la fábula y el pensamiento filosófico, como por ejemplo Tomás de Iriarte o José Clavijo y Fajardo. Queda claro que su vocación conecta con ese eslabón de la literatura, donde la ilustración también constituye un importante ingrediente de la obra, aunque en tiempos de Internet sus libros ofrecen una alternativa a la cultura de lo superfluo y banal de la cultura de masas

Pero ¿es tan grave prescindir de animales irracionales y utilizar el absurdo emergente de los humanos o el diálogo entre cosas para componer una fábula? El espíritu de la chifladura y el engendro se ha apoderado de la mente de los humanos del siglo XXI, que es el siglo de estas Fábulas Improcedentes. Hoy, como apunté hace un momento, la información es colindante, ya no llega montada a caballo o en manos de un veloz maratonista: en un segundo conectan por Internet una escritora  de microrrelatos de Nueva Papúa con un diletante poeta del Cono Sur. Todo es vertiginoso, excesivamente rápido, no hay tiempo para cavilar la idea, de ahí el disparate en auge, el despiste indocto mundial.

Al suprimir animales y moraleja, la fábula queda abierta a cualquier interpretación, monta un jaleo interior sin aditivos previstos y enmaraña toda lógica. Es cierto que mercadeo entre líneas mis pareceres sobre la vida, el amor y la muerte, esos universales concretos donde se oculta y sobrevive la idea; pero lo que es catequizar frente a una civilización descabellada como lo que me ha tocado soportar no ha sido mi principal tarea en este libro.

Fabular es una tarea que requiere grandes dosis de observación e ironía. Yo lo hago dentro del desbarajuste que es toda experiencia humana cotidiana. Cualquier suceso eclosiona al instante con otro y ese otro con otro al mismo tiempo, de ahí la dificultad del escritor actual para encontrar una salida airosa en tan rocambolesco escenario. En el pasado, todo iba más lento y un burro daba para mucho cuento. Ahora los animales están encerrados en granjas mecanizadas, viven sin libertad, son un simple número.

Ya no compartimos vida con los animales, ya no son modelo de casi nada, han desaparecido de nuestra vista, pertenecen ahora a cadenas industriales de alimentación. Algunos permanecen libres y alertas en la selva, pero ese lugar queda muy lejos.

Pese a que el arsenal teocrático se mantiene en pie de guerra en muchos países del mundo, prefiero la vida pagana y sus propias reglas, siempre lúdicas y paradójicas. Me alejo de cualquier papel mesiánico, eso lo dejo para algunos poetas a los que sermonear y aumentar el pesimismo les sigue pareciendo una tarea canonizada de la que no consiguen ventilarse. Prefiero el cuento sin moraleja: el cuento es el cuento y la fábula la conjetura.

Tras una estela biográfica marcada por el ejercicio de la escritura y la difusión de la literatura, transcurrió parte de su vida en Madrid y desde las islas ha realizado un importante puente con otros territorios como la Macaronesia, Argentina o México. ¿Cuál sigue siento la tarea esencial de un escritor en esta época de incertidumbres?

Un escritor no debería explicar su método, el lector es  lo suficientemente inteligente para adivinar sus secretas y celadas intenciones. En todos mis libros creo escribir de una forma esquiva, indirecta, aunque el mensaje central se deslice a veces fragmentado o en porciones, en cápsulas que guardo en esquinas subterráneas del relato mientras sobreviene la acción. En lo no dicho puede estar el compendio; no todo debe ser explicado, la vida no tiene explicación.

Cada época refleja una conciencia colectiva, algo que atañe a toda la población. De ahí la utilidad de las enseñanzas de las fábulas. Pero a mí me interesa más desmadejar la madeja, dejar abierta la maquinación, que el lector deduzca la moraleja si existiera y si no existiera mucho mejor.

Gracias no obstante a La Fontaine, Samaniego, Don Juan Manuel, El Archipestre de Hita, Iriarte, Fedro, Esopo, por fabricar esas columnas de pensamiento donde se adivina con total nitidez la condición humana, ejemplarizante y universal. Probablemente haya preguntas del presente que tengan su respuesta en un pasado remoto. Soy consciente de que lo que escribo tiene raíces muy antiguas. Pero lo que cuento en estas fabulas y como lo cuento, repito, es mi forma de desmadejar esta madeja en la que andamos atrapados.

Sé que el lector inteligente añadirá la otra parte de mis textos que dejé en el tintero. No es tarea del escritor la del sacerdote o el psiquiatra, ni tan siquiera la del brujo o el gurú. Ellos al menos tienen la vida asegurada y de ahí su empeño milenario en no alejarse del arquetipo. Escribir es otra cosa, experimentar un designio.


DEL DIBUJO Y SUS AVERIGUACIONES*

Mis dibujos son también fábulas. Relato en ellos mundos que no sé aquilatar con palabras, tiene que ver con algo que no controlo, con la poesía y mis quimeras. Cuando escribo mucho pienso mucho y me canso, entonces dibujo y recupero el vuelo del águila, la caída en picado, el planeo sin rumbo. Cuando dibujo dejo libre mi mente y la mano va como sola, como un barco sin rumbo ni timón. Y no importa la Idea final, es como ir muy lejos, tan lejos como lo sea mi atrevimiento.

Los dibujos son también palabras, pero tienen  un poder que ellas no tienen: su efecto es inmediato. Cuando escribo dejo pasar unos meses para ver qué es lo que he escrito realmente. Pienso con imágenes, veo mis relatos y después los cuento. Pero cuando dibujo no sé qué es lo que va a salir, lo voy descubriendo mientras la línea avanza y va dando formas a mis intuiciones. Cuando dibujo no corrijo, cuando escribo sí. Los dibujos no tienen adjetivos, son todo un adjetivo. Los adjetivos en los cuentos son los que dan color a las frases.

Escribir y dibujar son las dos formas que tengo de contar. Escribiendo pienso, dibujando no. El dibujo es una carta de presentación inmediata y  cómo escribes también. Cada formato tiene su trazo y su propia sintaxis, yo creo que en mi caso son indivisibles, escribo dibujando y dibujo escribiendo. En los dos casos cuento fábulas, improcedentes.

*Extracto del prólogo del libro “Fábulas improcedentes” de Juan Carlos De Sancho, a quien agradecemos la gentileza de compartir con Trasdemar la primicia de su nuevo libro


Juan Carlos De Sancho (Las Palmas de Gran Canaria, 1956). Escritor, editor, guionista e ilustrador. Ha cultivado la poesía, el ensayo, la columna periodística, el guión documental y cinematográfico, la narrativa infantil.

Editor y antólogo internacional, dibujante de tiras cómicas e ilustrador de sus propios libros. Traducido a diversas lenguas, parte de sus escritos de pensamiento han sido publicados en diferentes revistas especializadas de Irlanda, Portugal, Italia, Francia y México.

Autor polifacético, ninguna manifestación artística ha escapado a su creativa imaginación. La Fiesta del Desierto, Las Unidades Fugaces, El Confital, Manuel Vázquez Montalbán en Memoria (prologado por José Saramago), El Tren del Infinito, El Paraíso Terrenal, Diccionario del Mono Leído, Isla Sombrero. Cuentos y Descuentos, Elogio de lo Invisible, Galdós Responde… forman parte de su extensa obra literaria.

En los últimos años asiste como ponente a diferentes Encuentros Internacionales de Literatura (México, EEUU, Argentina, Egipto, Irlanda, Palestina, Chile, Italia, Costa de Marfil y Portugal) donde suele difundir la literatura insular y el pensamiento archipiélago. Ha recibido premios nacionales como guionista y literarios en Islas Canarias, donde reside habitualmente.

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